Las Malvinas

Cuando le toca escribir su parte empieza a dudar. Los metieron en un grupo, a los cuatro, casi como un castigo; así que rápidamente adoptaron la fórmula de repartir los recortes periodísticos que les enchufó el profesor y laborar con la estrategia del mínimo esfuerzo. Cada uno se hace cargo de un par de crónicas y opiniones aparecidas en los diarios, resume, después se pega una síntesis atrás de la otra, cada quien lee rápido un cachito en el medio del patio, con la boca apretada contra el micrófono, dicen lo que se espera que digan y chau pinela. Como a la vacuna, estos malos tragos de los actos escolares más vale pasarlos rápido.

Pero cuando lee lo que le ha tocado en suerte la verdad es que le da bronca. Está podrido de que le cuenten que el general Leopoldo Galtieri era un borracho y él y sus milicos colegas unos asesinos y aventureros. Ya lo sabe de memoria; el ritual se repite en la televisión y en la escuela cada vez que se acerca el 2 de abril de cada año. Del mismo modo que los padecimientos de los jóvenes soldados argentinos, absolutamente conmovedores. Pero no tiene del todo claro por qué el profesor de Historia no le hizo mucho caso cuando expuso una idea que le parece simple, definitiva, y quizás la única propia que se le ocurrió en el año: si el gobierno inglés hubieran devuelto las islas Malvinas antes de 1982, pues entonces la dictadura no hubiera tenido al alcance de la mano la excusa que tuvo.

Gran Bretaña era y es un imperio colonial, dijo, y el docente le respondió “sí, sí, claro…” sin mirarlo mucho y después le encajó las fotocopias ya amarillas. De modo que decide que no, que esta vez se lo va a tomar en serio aunque sus amigos lo manden a cagar. Mira la pantalla, traga saliva y empieza su escrito rememorando las heroicas jornadas en que el pueblo de una Buenos Aires que todavía no lo era preparó la independencia poniendo fin en las calles a las invasiones inglesas…