Las democracias reales de América latina

Tanto han insistido los periodistas, académicos politicólogos y políticos tradicionales en los valores de la democracia que los latinoamericanos deberíamos agradecer y cuidar sobre el fondo oscuro de las pasadas dictaduras -como si las famosas “instituciones de derecho” se trataran de un fin en sí, una meta para el buen vivir-, que ahora cuando se observan la pobreza y la desesperación y los infinitos y cotidianos actos de persecución y represión “institucional” que se suceden en México y Chile, la Argentina y Perú, Colombia y Brasil, Venezuela y el Uruguay, y así siguiendo, estamos obligados a sacar algunas conclusiones definitivas sobre aquello que las “democracias reales” verdaderamente suponen. Y más vale que lo hagamos rápido.

¡Mil millones de dólares para que el modelo democrático siga brillando!

La campaña proselitista de 2008 para las elecciones de presidente que se llevan adelante en los Estados Unidos ya excedieron el costo total de las de 2004. Según el Center for Responsive Politics, los casi 500 millones gastados hasta el momento son más que los de todas las elecciones desde 1976 a 2000. De acuerdo las proyecciones que hacen los especialistas y han dado a conocer en estos últimos días, los candidatos superarán los mil millones de dólares antes de noviembre, rompiendo el récord de 880 millones en 2004. Vale preguntarse de dónde sale esa cantidad gigantesca de dinero que en un mundo menos demencial bien podría ser destinado a solucionar los problemas básicos de alimentación y vivienda que castigan a buena parte de las naciones -incluidos los propios Estados Unidos en recesión, donde millones están yendo a parar a la calle en virtud de la crisis provocada por los impagables préstamos hipotecarios-. La respuesta se encuentra rápidamente en los papeles de los principales candidatos y partidos, puesto que en el gran país del Norte se insiste en hacer, al menos formalmente, letra clara para ver de dónde provienen esos fondos y desalentar suspicacias, y es una respuesta simple: lo aportan las grandes empresas, que vaya uno a saber qué esperan a cambio.

¡Mil millones de dólares! que ya no irradian esperanza para el conjunto del planeta, pero al menos sirven para revelar la naturaleza verdadera y profunda del sistema de la democracia burguesa.