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El nacimiento de la tragedia según Amor Fati

La idea de destino es una de las claves del pensamiento griego clásico, así fue acuñada y perduró por milenios a través de la obra de sus mayores filósofos y artistas líricos, trágicos y épicos. Siglos más tarde el pensador alemán Frederich Nietzsche volvió sobre la noción que, según testimonian buena parte de sus obras, demuestra haber tenido un poder encantatorio sobre su pensamiento. Así love fati, el amor por el destino, es interpretado en obras como El nacimiento de la tragedia o El crepúsculo de los dioses en los términos de la sumisión frente al todo. Casi con una fórmula existencialista, Nietzsche argumenta que ni dios ni la sociedad ni uno mismo puede determinarse o valorarse en tanto ser humano; el hombre, pues, debe aceptarse en su necesariedad y evidencia, asumir que se es parte del destino en tanto se es en el todo.

El curioso multiinstrumentista llamado Amaury Pérez formó en su momento una banda-de-un-hombre-solo que, precisamente, bautizó Amor Fati. Hacia 1984, y en reverencia al nietzschianismo, dio a conocer en la forma de cassette su obra Birth of Tragedy, lo hizo en conjunto con el ensamble inglés llamado (vaya) Clavos de Cristo.

Los treinta minutos resultantes distribuidos en cuatro composiciones extensas (salvo la última y breve “Fear Eats the Soul”) apabullan. En particular la primera pieza, bautizada emblemáticamente “Vatican Victims”. Un sonido industrial denso y misterioso, que cada tanto suena en la clave marchosa de los Laibach. Cuerdas contra percusión, cintas que reproducen exaltados discursos políticos con fondo de muchedumbre, algunos teclados.

Un intento por capturar estéticamente la concepción de ese destino arrollador que todo lo envuelve y arranca, y a la vez le procura un sentido.

septiembre 10, 2011 at 2:58 pm Deja un comentario

The Folk Implosion, el desafío de sorprenderse

En cierto momento Lou Barlow debe haber pensado que el grupo musical Dinosaur Jr. ya había dado todo lo que tenía para dar, y lo dejó, así como dejó el bajo para saltar a la guitarra y una nueva formación, Sebadoh, que hizo algunos de los más finos aportes a eso que se ha dado en llamar el indie norteamericano. Pero no era suficiente, así que se arrimó al guitarrista y cantautor John Davis para pergeñar The Folk Implosion.

Editaron cuatro discos, el último de los cuales llevaba como agregado el “new” al nombre de la banda. El mejor se llama Dare to be Surprised (algo así como El desafío de sorprenderse) y fue distribuido por el sello Communion en 1997.

Son catorce temas breves que sólo en dos ejemplos rozan los cuatro minutos y que en todas las ocasiones firma el tándem Barlow/Davis como compositores y arregladores. Miniaturas de guitarras distorsionadas al filo del juego atonal, que de pronto derivan hacia rock and roll (“Pole Position”); más teclados que poco se hacen notar (“Wide Web”, “Insinuation”) pero permiten rozar alguna ambición estética más decidida; bajo y batería que casi juegan o andan de paseo, como si siguieran ensayando… Voces que apenas en algunos versos se atreven un poco más enfáticas (“Insinuation”, quizás la mejor del disco); toques humorísticos  y cosas de chicos (“Barricade”, “Dare to be Surprised”); y también algunos raros instrumentales cortos, quizás para imaginar la presentación o cortina de cierto imaginario programa radiofónico (“Park Dub”, “Ball & Chain”). Todo chiquito, lindo, valioso.

Durante algún tiempo hubo quienes consideraron que el indie rock o low fi music venía, con las armas típicas de la vanguardia, a deformar y destruir la tradición de la american rock song; hoy queda claro que sus mejores ejemplos son más bien todo lo contrario: el sabio y natural fluir de esa tradición.

agosto 21, 2011 at 1:10 pm Deja un comentario

Carlos Franzetti, Film Noir

Carlos Franzetti es un compositor, arreglador y pianista que nació en Buenos Aires en 1948 y hace ya casi medio siglo que anda dando vueltas por el mundo. Ha sido el respaldo para innumerables primeras figuras, desde Paquito D’Rivera hasta Mercedes Sosa, además de poner banda de sonido a gran cantidad de filmes comerciales hollywoodenses.

También se ha hecho tiempo para las aventuras estéticas de tinte más personal y, por supuesto, de mucha menor repercusión comercial y de público. En 2008 el sello Sunnyside le permitió sacarse el gusto de fusionar en un solo gesto las atmósferas que el cine, la literatura y la música han subsumido bajo la etiqueta general del relato negro. Llamó a la obra simplemente Film Noir y ofrece en ella once versiones muy propias de clásicos oscuros y urbanos que han acompañado las aventuras en la pantalla de una serie de antihéroes que hemos visto vagabundear en las calles, por las noches y bajo una llovizna espesa que siempre empuja a prever lo peor.

La matriz, claro, es el jazz moderno. Franzetti logra ensamblar con notable eficacia en casi todos los casos a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Praga con el impagable trabajo del saxofón. El saxo está en la boca de un músico de poco nombre y grande talento: Andy Fusco, un veterano que despliega un ejercicio gimnástico que le posibilita amalgamar, según se lo requiera, a Sonny Rollins con Paul Desmond, es decir a la marcha del hard bop con las estilizaciones cool.

Las melodías son conocidas, la de “Alfie”, “Último tango en París” o “Body Heat”, por ejemplo, pero se perciben sabiamente transfiguradas. La versión del tema central de “Taxi Driver” –la impresionante soundtrack pergeñada originalmente por Bernard Hermann allá por 1976– es uno de los puntos más altos y atractivos del disco.

agosto 21, 2011 at 1:07 pm Deja un comentario

Eduardo Lagos y su Dialecto

Con la formación clásica del trío que la música de jazz e improvisación supo llevar a la libertad creativa y la (im)perfección formal, piano-bajo-batería, el argentino Eduardo Lagos supo brindar algunos de los mejores momentos de estilización de los ritmos y las melodías folklóricas. Dialecto es un registro de 1990 que grabó junto a dos compañeros en inspiración, género y generación, el contrabajista Jorge González y la batería del Pocho Lapouble.

Son nueve temas que rondan los cuatro minutos cada uno y que están tomados del “cancionero folklórico” criollo que se ha vuelto anónimo de tan conocidas que suenan en la oreja las melodías aun cuando no sepamos el nombre y el de su compositor o intérprete más tradicional.

Así desfilan Andrés Chazarreta, los Hermanos Abalos y Atahualpa Yupanqui, la “chacarera del rancho”, “Pastorcito de Belén” y “La oncena”, valsecitos, gatos y zambas recreados con la soltura de quien los conoce bien y desde siempre. Y se anima a someterlos a una cirugía estética profunda sin que, tal la sorprendente paradoja, sigan siendo inmediatamente reconocibles. La versión del “Padre del carnaval”, de Horacio Guarany y César Isella, es fantástica.

Cuando murió, hace bien poco, a los ochenta años, las menciones en los diarios lo despidieron como el “padre de la música de proyección folklórica”. Puede ser cierto no, gustar o no el calificativo, pero ésa es otra cuestión. Por suerte dejó unos cuantos discos, como éste, donde sigue viviendo.

May 12, 2011 at 12:50 pm Deja un comentario

Denis Colin et les Arpenteurs, Subject to Change

Denis Colin es un contrabajista nacido en Francia en 1956. Su instrumento es el clarinete y su música el jazz, por cuyos caminos transitó acompañando  a algunos grandes como Archie Shepp y Steve Lacy. Pero, menos publicitadamente, su mejor obra está en su madre patria y junto a nombres menos conocidos.

Compuso y ejecutó música para radio, teatro y cine, se desempeñó como docente. Junto al cello de Didier Petit y el percusionista Pablo Cueco armó un trío a comienzos de los noventa que mezclaba el jazz libre con la llamada “música étnica”. Al trío se sumaron otros hasta llegar a nueve y recibir como apelativo baustimal Les Arpenteurs.

En 2009 Denis Colin et les Arpenteurs grabaron Subject to Change, un álbum por demás destacable. Con aires de big band y arreglos ambiciosos los nueves temas que componen el disco deslumbran. En primer lugar, por el diálogo áspero y juicioso que entablan entre sí los vientos: “Hopperation” que abre la grabación es bien claro al respecto. En algunos momentos la pelota va a parar al campo de un jazz-rock un poco más esperable y el clima cede; pero ocurre sólo con un par de canciones. El resto es por demás recomendable. Escuchen, si no, el hipnótico juego con la percusión en “Sonne…”, o el “Chicago blues for Malachi”.

May 12, 2011 at 12:48 pm Deja un comentario

Manuel Göttsching y su Ash Ra Tempel

El alemán Manuel Göttsching se lanzó a nadar en las aguas de la música nueva hacia comienzos de los setenta, cuando recién arañaba los dieciocho y no hacía otra cosa que vagar por las calles de su Berlín natal buscando algún rumbo y compañeros de ruta.

Estudió guitarra clásica aunque de a poco se fue inclinando por la investigación en esos aparatos electrónicos que recién asomaban a la vida y no estaban al alcance de cualquiera. Entonces no lo sabía, pero se convirtió de manera fulminante en uno de los fundadores del hoy tan elogiado movimiento del kraut rock cuando se le ocurrió pergeñar el grupo Ash Ra Tempel, que más tarde abollaría su nombre en Ashra. Se trataba de un trío al que se integraron Harmut Enke y Klaus Schulze, uno de los  luego creadores del mucho más conocido Tangerine Dream. Más tarde vendrían una gran cantidad de cambios de formación sin que Göttsching aflojara, e incluso los idas y vueltas que lo llevaron a grabar junto al padre del viaje ácido, Timothy Leary, en 1973 (Seven Up).

FRONT

BACK

Pero aunque lo intentó nunca logró superar la innovación y el impacto del álbum primero. Aquel que -además de la imagen de inspiración egipcia en bien olvidable señalamiento de desmedida trascendencia- llevaba en la tapa como única distinción el apelativo de la banda y que distribuyó el sello Ohr.

Son dos temas, “Amboss” y “Traumnaschine”, de alrededor de veinte minutos cada uno y que compuso y arregló el trío en conjunto. La fórmula es bien sencilla: música electrónica más polenta rockera; tan sencilla que ha generado una tradición de la que con posterioridad han abrevado miles. Tanto es así que a veces, sobre todo para los más jóvenes, es difícil entender lo excepcional que fue en su momento. Una batería que atruena, acelera los golpes y por momentos se detiene para tomar aliento antes de seguir; una guitarra ruidosa y que desorientada tantea direcciones o las crea; un poco más atrás los teclados de Schulze como apoyatura escenográfica…

No es Can, no es Faust, pero este disco… Eso.

julio 31, 2009 at 8:35 pm Deja un comentario

Orquesta Trompa de Elefante, El viento en cinco movimientos

La Orquesta Trompa de Elefante es una aventura musical de improvisación alegre y extrema que tiene como núcleo al trío compuesto por Omar Grandoso, Zelmar Garín y Diego Arbit, alrededor de los cuales orbitan una cantidad imprecisa de músicos más performers y escritores que portan sonidos y versos más imprecisos aún. Juntarse y dejar que las cosas fluyan parece ser la consigna única que los agrupa, aun cuando todos ellos ya tienen una experiencia importante en esto del arte de improvisar, o sea que no son ningunos improvisados.

Orquesta Trompa de Elefante

Para continuar con la familia de palabras puede decirse que como el término “improvisación” suele estar tan asociado al jazz a veces los artistas de la Orquesta Trompa de Elefante prefieren, para ilustrar al cauto oyente atento a sus búsquedas, apurar etiquetas del tipo “composición automática”; un modo de apuntar quizás a una tradición más literaria, donde de seguro la influencia del poeta Arbit se hace notar. Ya saben, otra calificación posible es “experimental”, y así siguiendo…

Quienes han tenido la suerte de verlos en vivo dicen que suenan fuerte y amenazadores. Quienes no hemos tenido esa fortuna hasta ahora nos hemos debido conformar con el disco El viento en cinco movimientos. Allí conviven el más y el menos, la sorpresa y lo ya a esta altura bastante esperable, certidumbre que muchas veces se planta como límite dramático y fatal para todo empresa improvisadora. En fin, una experiencia que (argumento de peso) se consigue a sólo siete mangos.

julio 31, 2009 at 12:15 pm Deja un comentario

Yog Sothoth

Yog Sothoth es el apelativo utilizado por el célebre escritor estadounidense de populares novelas de terror H. P Lovecraft. El nombre en cuestión designa a una suerte de temible y monstruoso guardián de los infiernos, según se lo puede ver aparecer en diferentes momentos de su saga mítica del demoníaco Cthulhu.

Pues bien, el mismo nombre y apellido fue el utilizado por una muy poco conocida y difundida banda musical francesa perteneciente a eso que podría llamarse el universo del jazz rock.

Publicaron un único disco en 1984, que reproducía únicamente el Yog Sothoth en la tapa. Poco se sabe sobre los siete integrantes que participaron de la aventura. La anterior afirmación es más bien una confesión propia: casi nada pudimos averiguar sobre ellos más allá de algunas relaciones obvias con antecesores como Gong, Vortex, Can y Magma.

El álbum en cuestión contiene tres temas largos de los cuales los dos más extensos, que abren y cierran el disco, “Nekrosis” y “Fou L’Art Noir” son realmente de primera.

Como para que se den una idea habría que decir que practican un free jazz verdaderamente free, en el sentido de que se dan permiso para “volver” sobre cierto tipo de composición y arreglos más convencionales y cercanos incluso a los tipificados dentro de la música llamada “clásica”. El trabajo del violín es verdaderamente imperdible.

Súperrecomendado; si la tentación prendió pueden probar en los buscadores.

julio 4, 2008 at 10:19 am Deja un comentario

Victoria Mil, Están despedidos

Uno deja correr un par de temas y de inmediato lo embarga el peor mal humor, ese que siempre brota cuando se constata hasta qué punto el rock criollo se limita a copiar más o menos fielmente, más o menos inconscientemente, algunas cadencias que hace ya décadas vienen rodando en las metrópolis. Así sucede cuando arranca, para rematar las dos primeras, la tercera canción y asoman sin demasiado tapujo los Velvet Underground de los inicios y la voz de Lou Reed cantando “Otra vez, otra vez…”.

Pero después la cosa mejora. Llega “El oro” -de lejos el mejor tema del disco-, con un pop algo más agresivo, apoyado en algunos teclados y una apuesta decidida por la percusión que invita al baile.

La tensión se mantiene con la canción que sigue, “Intelligent”, aunque en este caso las ganas son las de meter tijera para rebanar ese estúpido diálogo telefónico inicial con el dealer

Los Victoria Mil son un cuarteto que ya superó la década de vida y la media docena de álbumes. El último, Están despedidos, acaba de salir y las referencias anteriores mentan algunas cuestiones que aparecen y se esconden entre la decena de canciones que el disco nuevo ofrece. En fin, es lo que hay.

(Puede buscar algunos datos más en http://www.victoriamil.com, si les apetece, claro.)

junio 18, 2008 at 9:13 pm 6 comentarios

Julio Pane, Instantáneas

Casi seguramente pensar una obra artística a partir de una suerte de “consigna” básica para su orientación general no da buenos resultados, pero a veces sí. Eso es lo que ocurre con estas Instantáneas del bandoneonista Julio Pane.

Se trata de poco más de una docena de tangos clásicos que, a iniciativa de un sagaz y arriesgado (por fin) productor, fueron grabados en una sola toma directa y sobre la base de arreglos no escritos con anterioridad sino que fueron apareciendo en la improvisación (una modalidad que el músico ya viene transitando en sus presentaciones).

Fue editado por el sello EPSA para su colección “El arte del bandoneón” y reúne un repertorio bien célebre, como “Chiclana”, “Chique” y “Boedo”, entre otras piezas.

Hay por allí alguna caída de tensión, pero lo que reina es el mejor buen gusto para acercarle a los porteños, y a todo aquel que se atreva, buenas muestras de la más profunda melancolía aplicada al despliegue melódico. Una mención aparte para la versión de “Susheta” de Cobián y Cadícamo.

junio 18, 2008 at 8:42 pm Deja un comentario

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