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¡Seamos los aguafiestas de esta fiesta! (o de la necesidad de pensar en contrario)
Los diversos “analistas”, en particular los radiofónicos y televisivos dedicados al espectáculo, pero también varios de sus colegas más serios de la prensa escrita, incluidos algunos politicólogos y otros sociólogos y cierto psicólogo, han insistido en estas últimas semanas en conjeturar con gravedad diversa acerca de los efectos de la parodia de los políticos argentinos que Marcelo Tinelli ha llevado a su programa dentro de la sección denominada “Gran cuñado”.
Unos ven allí el alineamiento crítico opositor que comanda el canal trece como parte del grupo Clarín en contra de la administración Kirchner que desde el oficialista Telefé, el canal de la TV abierta argentina de mayor ráting, se intenta contrabalancear. Un dato más, una línea fuerte, de la campaña política de cara a las elecciones. Otros subrayan que el humor político ha existido desde siempre y que siempre ha sido un sapo duro de tragar para la víctima de la caricatura filosa, pero nada más, ¡qué se dejen de joder con la paranoia golpista o “destituyente”!…
Hay quienes insisten en el resguardo de las “instituciones”, en particular en lo que respecta a la “investidura presidencial”; y están aquellos que -como Gilles Lipovetsky alguna vez enfatizó- se ríen cínica y perversamente de sí mismos imaginando que las pantallas le brindan de manera imprevista un modo de “parecerse más a la gente”, y semejar un simple mortal más temprano que tarde les posibilitará cosechar en consecuencia.
No falta el semiólogo o especialista en comunicación de masas que liga este acontecimiento con la victoria de Barack Obama gracias a la utilización inteligente y pionera de las “nuevas tecnologías” y ahí mismo ya tienen escrito el ensayo… En fin.
Lo que aquí se quiere enfatizar es un punto bien diferente. Y que consiste en hacer la lista de los enlistados por la producción de Tinelli. Basta hacer la raya y sumar para ver hasta qué punto queda trazado, en la representación, el mundo de la posible. Aquello fuera de lo cual nada puede ser pensado. Y el problema es que, frente al mundo que se nos viene encima, la única posibilidad verdaderamente racional es pensar la política en los términos de una acción transformadora real y no limitada a un sistema de creencias que, una vez más, pretende imponerle a los argentinos una opción preformateada entre la docena de opciones del aburrido multiple choice.
Perdonen si venimos a hacer las veces del aguafiestas de esta fiesta, pero sucede que es claro como el agua que ni Tinelli, ni Telefé ni el grupo Clarín, ni Aníbal Fernández, la Carrió, Néstor Kirchner, la oposición sojera o De Narváez muestran interés ni son capaces de pensar en esa dirección. Por eso se ríen tanto.
La familia en serie
¿Cuál es la máxima ideológica general, entonces, que subyace y enhebra a la diversidad? La certeza e inevitabilidad de pensar la vida en el molde de la familia. Nada puede existir fuera de ella; se trata de un tipo de amuchamiento social que de tan fatal e inevitable ya es parte de la naturaleza y del equipamiento biológico de los seres vivos; su origen se remonta a Los Picapiedras y lo padecen de igual manera los animales y hasta cierto punto las plantas.
En consecuencia hay que aguantarse y seguir tirando. Allí están los chistes de suegras, las burlas de adolescentes y los gritos destemplados de las madres que con su efecto humorístico abren un poco la válvula de escape y posibilitan que se respire cierto aire consolatorio.