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Carlos Latorre, surrealismo y masvida

Carlos Latorre nació y murió en Buenos Aires, en 1916 y 1980. Fue un activo partícipe de las diversas aventuras editoriales del surrealismo criollo; así formó parte de las revistas A Partir de Cero (1952), Letra y Línea (1953) y Boa (1958), también colaborò en La Rueda y Talismán, entre otras; además de asociarse a figuras como Aldo Pellegrini, Enrique Molina, Francisco Madariaga y Juan Antonio Vasco. Escribió además obras de teatro, guiones cinematográficos y piezas radiofónicas, con las que obtuvo diversos premios nacionales e internacionales.

Entre sus libros se encuentran Puerta de arena (Botella al mar, 1950), La ley de gravedad (Botella al mar, 1952), El lugar común (Letra y línea, 1954), Los alcances de la realidad (Letra y línea, 1955), La línea de flotación (A partir de cero, 1959), Las cuatro paredes (Ancora, 1964), La vida a muerte (Rayuela, 1971), Las ideas fijas (Dintel, 1972), Campos de operaciones (Rodolfo Alonso, 1973), Los puntos de contacto (Rodolfo Alonso, 1974), Los temas del azar (Rodolfo Alonso, 1975), Cabeza o triste páramo (Botella al mar, 1979). Se trató en todos los casos de libros de tiradas de entre 300 y 500 ejemplares, que fueron costeadas por el propio autor. Más de una década después de su muerte la revista Último Reino publicó una separata con una selección de poemas de Latorre, y más tarde otra revista, La Danza del Ratón (número 8, Buenos Aires, 1993) dio a conocer poemas y aforismos extraídos del libro inédito Adaptarse o vivir.

Estrenó la pieza de teatro Funeral y discurso, y otra obra suya, El gasómetro, fue premiada en un concurso realizado por el teatro General San Martín. La protección de la especie fue seleccionada para la Muestra del Teatro Argentino que fue emitida por radio Spléndid. Como guionista cinematográfico escribió La buena vida, Así o de otra manera y Prisioneros de una noche.

Hace unos años Ediciones en Danza llevó a las librerìas Los móviles secretos, una antología realizada por el director de la colección, Javier Cófreces, y la viuda del poeta, Mary Latorre. La selección tiene como nombre el título del poema homónimo de Latorre aparecido en el poemario Puntos de contacto; la ilustración de tapa es el mismo collage de Enrique Molina que se utilizó para presentar Campo de operaciones. El libro está constituido por 47 poemas elegidos de sus 12 libros, más otras 11 poesías inéditas. Abre la obra una muy breve presentación que firma Cófreces, y que concluye con una cita de Juan Antonio Vasco, tomada del prólogo a Cabeza o triste páramo.

Dado que prácticamente no hay obra crítica sobre los poemas de Latorre, la reproducimos: “Trenza de fraternidad, desborde vital y poesía. Resplandecen los dones de la existencia, la apasionada entrega al azar y el mecanismo de la contradicción. En esa rotación inversa y directa sobre el eje de la razón radica tal vez el rasgo más profundo de Carlos Latorre como creador. Es verdad que se conecta así con el surrealismo en cuanto dinamita las estructuras reflexivas. Pero tal vez toda expresión poética pertenezca en su trama profunda a la misma iconoclasia del pensamiento discursivo. La aspiración a un hombre mejor, que no traicione la más bella idea que del se hacen los seres generosos, es un intento cuyo logro no resulta fácil apreciar. Pero hasta que llega esta perspectiva de lo posible su obra se sostiene con las cuantiosas preseas del amor, la poesía y la libertad”.

Como se ve, la cita de Vasco, amigo y “compañero de ruta” estético de Latorre, liga muy directamente los poemas de éste al vocabulario básico del surrealismo: “azar”, “iconoclasia”, “rotación inversa y directa del eje de la razón” son algunas de las maneras con que lo expresa. Y por cierto es así. Latorre fue un creador de tradición surrealista hasta en la ingenuidad; trasunta candidez, por ejemplo, la lectura del poema-manifiesto que abre La vida a muerte –un libro de 1971, la fecha es significativa, “Cien años después”, publicado en la serie “Maldoror” de una editorial que se llamaba Rayuela (¿habrá que recordar la fascinación que Isadore Ducasse y su descendencia vanguardista despertaba en Julio Cortázar?), está dedicado al Conde de Lautréamont y ronda la figura del uruguayo-francés: “¡Oh Lautréamont!/capitán de BARCO EBRIO,/siempre supiste que siempre tiene/”EL CORAZÓN HUMANO SU GARGANTA HAMBRIENTA”,/araña o cerdo que todo lo devora,/todo menos ese tu rugido de aleluya por encima/de la/NADA…”.

Algo similar puede anotarse con respecto al comienzo de Campo de operaciones (1973), “Oliverio y la masvida” (de donde se ha tomado parte del título de este artículo): “Herencia feroz herencia retorno/testimonio que quemará las manos de quien lo recoja,/allí Girondo,/zarza ardiendo,/allí gira gira Girondo gira orondo en redondo/en torno a quienes o aman aunque no sepan cómo/decirlo…”. Una pequeña poética que, a la vez, busca fijar una tradición nutricia que se continúa más acá, en estas tierras y en la figura del compañero de andanzas, “Palabras al amigo”, dedicado a Aldo Pellegrini, figura casi excluyente del surrealismo argentino: “Porque,/¿qué verdad,/qué revelación,/qué luz de este país no alimentó la llama de tu pasión/y tu peligrosa sabiduría?/Las armas de tu inteligencia y tu imaginación/movieron montañas de falsos conocimientos/y la implacable ira de tu poesía perpetró los más hermosos/crímenes de los que se tenga noticia/en perjuicio de los enemigos del/Amor/la Libertad/y la Poesía”.

Ahora bien, la pregunta que podría abrirse es si ese adjetivo, “surrealista”, lo dice todo, como habitualmente se lo suele utilizar en las historias de la literatura para hablar de Olga Orozco, o Enrique Molina, o Alejandra Pizarnik o tantos otros. Porque la calificación, que obliga a dirigir la atención sobre ciertas características y procedimientos, opaca la existencia de muchos otros, que se mezclan con los anteriores, los tensan, los contradicen, los tiñen y trasvisten, incluso en contra de los señalamientos y subrayados del propio poeta. Ésta es la principal indicación que resulta necesario al revisar la poesía de Latorre, algo que desgraciadamente -seguimos haciendo referencia a esta obra dado que es de lo poco que sobre Latorre se puede hoy conseguir- la antología de Ediciones en Danza se priva de hacer, sobre todo porque no incluye en su compilación un mínimo estudio introductorio que, amén de los apuntes biográficos básicos, indique algunas líneas que posibiliten un armado tentativo de ese rompecabezas que la obra de todo artista ofrece.


En la contratapa del libro La vida a muerte (Buenos Aires, Rayuela, 1971) Enrique Molina escribió sobre Latorre:

“No podría decirse que en esta recopilación de sus últimos poemas Carlos Latorre haya cambiado de registro. Su poesía continúa un proceso que, dentro de la imprevisible dirección de sus mecanismos espontáneos, posee una permanente coherencia de expresión y de sentido. En ella parecen negarse y afirmarse mutuamente dos actitudes contrarias del espíritu. Por un lado lo irracional, lo automático, el abandono a la solicitación más inmediata, la mano que surge de la sombra y arroja la tea ardiendo sobre los materiales del incendio; por el otro, a veces el concepto descarnado, la sentencia, el bisel mental preciso, la más directa exposición de un pensamiento conceptual. Esta poesía, de inspiración surrealista en sus primeras manifestaciones, ha ido adquiriendo poco a poco un carácter propio, en el cual diversas modalidades de la poesía moderna se funden en una personalidad que deja de ubicarse dentro de las fronteras de una escuela para asumir su total e independiente calidad poética”.

La breve antología que pretende acercar a los lectores que no los conozcan poemas de Carlos Latorre, han sido seleccionados también en la pretensión de demostrar hasta qué punto encarcelar a Latorre bajo el rótulo simple y definitivo de “surrealista” es, por lo menos, muy parcial y simplificador. Se tomaron cuatro poesías de libros que, si se tiene un poco de suerte, todavía se pueden encontrar husmeando entre las ofertas y las librerías de viejo, y dos de los inéditos de la antología de Ediciones en Danza mencionada.


La ascensión de la carne


La densa,

la triste,

a si se quiere bella carne

es de la que se abre paso,

indefinidamente,

otra

y otra distinta carne del mismo esplendor

corrupto

y tierno,

jamás un tiempo,

-mito supuestamente eterno-,

un espacio-tiempo sin la voluntad que ella

misma debe generar como existencia

o gratuidad.

La carne que por ser carne

y no cosa anónima,

(no sé cuál ni importa demasiado imaginarlo),

me somete a su extrañeza

o casi siempre azar.

Carne

o mala suerte,

no sea dicho como oprobio

o fatalidad,

que como tal me humillaría con tan solo

mencionarlo

en tanto algo

o alguien,

aún imprescriptible en su origen

y su desenlace consecuente,

logre demostrar hasta dónde es posible ofrecer

el pecho,

en blanco,

el amor,

la insurrección,

y hasta dónde

esa misma carne y su condición hermética

consumarán la tentación

y su naturaleza insobornable,

unión siempre emocionante como el estremecimiento

de insana que propaga otro cuerpo

codiciado,

otro día,

precario asilo cielo

o pensamiento;

otra trampa sexual

digamos de tan temible apego

y pasión en todo su esplendor.

La carne,

la carne que asila un no sé qué

o ánima

o soplo divino,

así llamado.

Eso que siendo carne de hecho

busca encarnarse tristemente

y ser su propia vergüenza,

su juez

su eunuco,

su Isla de los Treinta Sepulcros.

Quizá ella fuera fauna

y flora

y forma para siempre;

fuera floresta

o flor,

simplemente;

fuera perla que no roe el diente abstracto con

su ignominia

si algo

o alguno que fuera yo

o su equivalente,

dijera:

¡a los perros su materia ideal,

ésta es mi carne y su orgullo!

Sólo esto


De toda esta alma en cueros,

desnuda,

no para mostrar lo presumiblemente eterno

sino más bien el sexo,

mi sexo,

su sexo,

el sexo en la piel,

-¡y por qué no!-,

en la entraña, deslumbrante cielo;

y sobre todo,

repito,

el sexo,

el sexo adherido al

SEXO,

obsesivamente

como a las tablas de un naufragio

que es como decir a mi orgullo,

que lo tengo,

que es como decir

el mundo entre las manos

y en parte,

la arena entre los dedos.

De toda esta alma,

decía,

único sésamo,

única cosa que sólo quiere ser cosa propia

como es nuestro un tumor cerebral, por

ejemplo;

como un naufragio al que ya en alguna otra

parte he aludido,

-aclaro para insistir y explicar mejor-,

como un naufragio cuando los niños y Ellas

ha abandonado las cubiertas y se distancian

en los botes de la separación

quizá para vivir toda una vida sin el pasajero

retenido por la muerte

que ronda su obra muerta;

de toda esta alma,

como venía diciendo

y para terminar,

queda la palabra MUJER

como

ESPERANZA

y Nada Más.

(de La vida a muerte, Buenos Aires, Rayuela, 1971.)



Tren de vida


Todo lo que ya agotó mi pasión,

ahora lo explora mi inteligencia.

¿El resultado?

Hasta aquí una artera respuesta tan distante de la

magnitud delo gustado

como puede estarlo la razón de la esencia de lo secreto

y sus dientes ferozmente apretados.

Una montaña no es su ladera visible,

la que si bien es cierto,

denuncia su forma,

no da cuenta del material soterrado

o corazón,

corazón de hombre,

antológicamente considerado.

Lo mismo sucede con el río que,

agua por fin,

es también vena de sangre a su modo;

o con un océano de lágrimas

o con una cuchilla de carnicero

o de tierra,

de tan erizada, erguida punta de hierro.

Inútil poner a cualquiera de espaldas

o volverles la cara;

lo que guarda la entraña, nada ni nadie lo separa,

y lo que la entraña rechaza es lo que deriva entre la mera idea

y la sola palabra.

Debe ser como decía:

consigna o fatalidad,

todo lo que ya agotó mi pasión

-viva todavía-,

ahora lo explora mi inteligencia.

¿Morir?

Morir es vivir otra experiencia.

La crónica del suceso


Artimaña del conocimiento,

sombra del raciocinio que diluye el rojo siempre peligroso de

la sangre,

canjeando blanco

por negro,

enturbiando los colores primarios

y el nítido contorno tanto del objeto

como de la persona

y la positiva relación entreambas.

Hay algo más entrañable,

todavía más ineluctable, si se quiere,

y es la pregunta y la respuesta,

el Yo y su fluir

y todo aquello que por estar fuera de él

pareciera a simple vista ajeno a él,

ya sea materia

o abstracto pensamiento;

vano intento de hacer luz sobre la zona

o vertiente del misterio.

Pensar es un hueso más en el esqueleto original,

un hueso duro de roer,

pero sólo un órgano más cumpliendo su función;

de ninguna manera el sistema o aparato

o clave que revela y pone en movimiento

el cálculo y el azar,

lo deducido o fabulado mediante la práctica del silogismo

y su teorema provisional.

Todo sucede,

nada se explica.

(de Campo de operaciones, Buenos Aires, Rodolfo Alonso, 1973.)



Americanamente hablando


América,

la del Sur,

la que yace aún crucificada bajo la Cruz del Sur,

la estaqueada en cruz cara a la tierra,

en propia tierra.

América, la del Centro

que sólo es centro del blanco invasor,

la que bañada de agua

se ve en sangre derramada,

en viento de tragedia huracanada,

en laa de volcán de furia

y asco vomitada.

América,

pero la Azteca,

pero la Inca,

pero la Maya,

la indígena,

la ibérica,

la nuestra;

esa América constantemente devorada por los siglos

y las siglas que exigiéndolo todo,

no dan nada.

devorada,

devorada por la

CIA

FMI

ITT

OEA

US

URSS

y todavía por ESSO

a Eso

y Aquello

y lo Otro,

y por si fuera poco,

por el hambre

por la fiebre

y la alimaña;

y por Monroe

y por Marshall

y por Nixon

y otras FIERAS.

América,

la del Dictador,

la del Tirano,

la del perro del hortelano

que roba mucho y come poco porque siendo mero alcahuete,

pasa por ser el amo.

Concluyendo:

América, la latina,

la que reclama lo suyo,

tanto el huevo como la gallina;

la que con la conciencia por fin en la palma de la mano,

no quiere seguir obedeciendo

“LA VOZ DEL AMO”.



Estado de alerta


Entre tantos que han decidido reclamar lo suyo,

ridiculizar la voz de mando,

levantar la invisible barricada,

morir de muerte natural

y no de asco

o de bala militar y lanzallama

o de carcoma industrial

o de sucia baba comercial;

vivir no de principio

sino de fin de autoridad,

aquí,

en medio de tanta joya en la basura:

vidas preciosas que buscan y ofrecen cuerpos para adorar

y no ataúdes con o sin cureñas

y responsos papales

e himnos nacionales

o sociedad de consumo que sólo consume esperanzas,

confianza,

imaginación;

carne de metralla para que progrese el progreso

y sus ganas de matar.

Ahora,

entre muchos,

en solidaridad solamente con los jóvenes

que solamente esgrimen guitarras para atacar

porque saben que lo que se pudre se distingue por no poder

bailar,

ni cambiar,

ni cantar,

ni amar,

de jóvenes que no aprenderán la lección

de subordinación

negándose a hacer hambre,

pro hombres,

marketing,

privilegio,

mass media

y fondo económico local

y, particularmente, internacional:

fondo de pozo de vergüenza universal,

de Casa Blanca,

de Kremlin,

-del mismo Dios o perro con distinto collar-;

ahora,

cuando es cierto

cierto

que ni ley ni caos pueden salvar

en tanto la oferta no supere la demanda de libertad,

en tanto la oferta siga siendo artículo suntuario en

Aduanas

Que grava el pan

O confiscan el cuerpo y el alma,

Siniestro diezmo que no tolera contrabando de ninguna

moneda

de dignidad.

Ahora,

cuando llega la hora de arreglar cuentas,

cuentas bancarias,

falsos valores,

valores al cobro

y Palabras,

palabras que hacen frases,

las Grandes Palabras que hacen oraciones,

que hacer discursos oficiales,

programas de Educación,

Guerras Santas y de las otras,

que hacen nudos en la garganta que no aprendió a vomitar

todavía,

que hacen hinchar el pecho

y el vientre también,

todo,

todo excremento a veces de mala

a veces de buena

o inocente digestión.

Ahora,

afortunadamente ahora,

cuando la represión estrella su cabeza contra el muro

de la juventud,

cuando ya es mucha la gente de otra generación que cava

su propia fosa,

funeral que sepulta en ella y con ella sus vasos sagrados,

sus vacas sagradas

su status,

su oficio,

su comunismo con doble puerta

o fondo

o presunta salida a la historia y su abstracta eternidad.

Y sus bienes,

sobre todo sus bienes-bienestar,

tesoro siempre enterrado sin mapa oculto para un futuro

rescate providencial.

Sí,

ahora,

cuando el esquema,

cuando el teorema,

cuando la libre empresa,

cuando la síntesis,

cuando la antítesis,

cuando la INTERPOL,

la Tcheka,

Scotland Yard,

la Gestapo,

la Suerte,

cuando el crimen

cuando el crimen militar

cuando el crimen policial

cuando el crimen demencial

cuando el crimen general,

intenta todavía alzar el brazo armado de Principios

que son estertores finales,

ahora,

particularmente ahora,

hagamos tiempo

y espacio

y luz,

hagamos amor

y libertad

y poesía, hagamos todo, hagamos vida vida vida

y nada más,

por ahora.

Por ahora, nada más.

(de “Poemas inéditos”, en Los móviles secretos, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2002.)

junio 21, 2008 at 11:19 am Deja un comentario

El quehacer poético según Derek Walcott

En la publicación Guaraguao (Revista de Cultura Latinoamericana, año III, número 8, Barcelona, primavera de 1999, pp. 9-25) el poeta Derek Walcott dio a conocer un ensayo que lleva por título “Las Antillas: fragmentos de la memoria épica”. Allí escribió en un párrafo con una obligada flexión localista palabras de tinte universal:

Rompan un jarrón, y el amor que reúna los fragmentos será más fuerte que el amor que había presumido su simetría cuando el jarrón estaba entero. El pegamento que une las piezas consagra su forma original. Es un amor que éste el que reúne nuestros fragmentos africanos y asiáticos, las agrietadas reliquias cuya restauración exhibe cicatrices blancas. Este conjunto de piezas rotas es la preocupación y el dolor de las Antillas, e incluso si las piezas son dispares y están mal encajadas, contienen más dolor que su forma original, esos íconos y vasijas consagrados en sus lugares ancestrales. El arte antillano es la restauración de nuestras quebrantadas historias, de nuestros retazos de vocabularios, de nuestro archipiélago convertido en sinónimo de las piezas rotas del continente original.
Y éste el proceso del quehacer poético, o lo que tendría que ser llamado no quehacer sino rehacer: la memoria fragmentada, la armazón que contiene al dios, incluso el rito que lo entrga a la pira final, como los artesanos de Felicity erigían el aliento sagrado del dios, caña a caña, junco a junco, hilo a hilo.

junio 18, 2008 at 9:26 pm Deja un comentario

Poesía Perú S. XXI

Nos pasaron esta antología que congrega a una cantidad de poetas peruanos que recién empiezan a despuntar con sus obras. El volumen, que se llama Poesía Perú S. XXI y fue editada por el sello Yacana, reúne alrededor de un centenar de textos. La variedad y la heterogeneidad son dueñas del conjunto en el cual se pueden encontrar aquellos intentos que se adaptan cómodamente a temas y formas más tradicionales, y aquellos otros que buscan desesperadamente despegarse del pasado; la mayor parte, como era dable suponer, oscila entre un polo y el otro.
La selección fue realizada por Willy Gómez Migliaro, Dalmacia Ruiz Rosas y Juan de Dios Delzo cuya intención parece haber sido la de abrir el juego lo más posible como para que le quede a los lectores el trabajo de establecer si allí, debajo de los textos, en la raíz, pueden encontrase uno o muchos hilos comunicantes que posibiliten tejer figuras de conjunto.
En la Antiestrofa que ocupa la contrapa del tomo Róger Santibañez escribió: «Lo interesante es que una pléyade de nuevos poetas alumbran la noche limensi. Su palabra quema como la última chicharra del amanecer. Se prende al estribo de la veloz combi, la que casi nos mata de chibolos y se transforma en la eléctrica guitarra que nuestro padre jamás nos quiso permitir. Pero ahora es una música completa resonando en el cielo de nosotros mismos. A eso voy, a que nos expresa y nos redime, esta poesía nueva que nos falta como el aire y que como él mismo nos invita a respirar. Loa a la juventud descarriada que se centra en poesía».
Nos atrevemos a cerrar con un pequeño consejo: ¡gástense unos mangos en un corrector! Está bien que los recursos sean pocos, pero no se puede, por mínima cortesía hacia quien se pretende que lea, que se ponga a circular una edición con tantos errores.

Les copiamos uno de los poemas que vale la pena destacar:

Rosa América

¡Ay, Alonso de Ercilla…!
Antagonismo de futuro,
De profundis.
Poeta y lío.
¡Ay, Juan de Castellanos…!
Cúmulo de los signos niños,
De omnipresente.
Asustado y asesino.
¡Ay, Inca Garcilaso de la Vega…!
Rumbo de Caronte en tiranía,
Moles viriditas.
Ollantay vivo.
¡Ay, sor Juana Inés de la Cruz…!
Bestia limpia que busca en la tapada,
De refracción.
Ojo en vagina.
¡Ay, César Vallejo…!
Recipiente aviador de Pariacaca,
De hereticum.
Impura y hermosa.

May 16, 2008 at 11:49 am Deja un comentario

Ana Istarú, Poesía recogida

Ana Istarú es una actriz y escritora nacida en Costa Rica en 1960, quien ya cuenta en su haber con una rica obra publicada. En ella sobresale su poesía que reúne volúmenes como Palabra nueva (1975), Poemas para un día cualquiera (1976), Poemas abiertos y otros amaneceres (1980), La estación de fiebre (1984), La muerte y otros efímeros agravios (1988) y Verbo madre (1995). También se ha desempeñado como dramaturga; en 1995, después de haber ganado el premio María Teresa León para autoras dramáticas, que otorga la Asociación de Directores de Escena de España (ADE), Baby boom en el Paraíso salió a la luz publicada por esa misma asociación; un poco más tarde esa obra junto con Hombres en escabeche, dos piezas satíricas fueron editadas en un único tomo.

Finalmente una buena selección de todos sus libros de poemas más algunos inéditos fueron compilados en Poesía recogida que la editorial Costa Rica lanzó en el 2003, texto que de alguna manera confirma el lugar relevante que Istarú ocupa entre los miembros de la última generación de poetas latinoamericanos. Los especialistas, por otra parte, la colocan ya junto a Eunice Odio y a Carmen Naranjo, es decir completando el ciclo de la mayor expresión poética femenina de su país.

La poesía de Istaru se caracteriza por mezclar un fuerte colorido moderno con formas provenientes del fondo de la poesía española de siempre; esa misma tensión se encuentra a veces entre una búsqueda más llana y de lenguaje popular, cercana incluso las formas pertenecientes a los llamados “géneros menores” y la prosa, con otra que parece orientarse hacia los quiebres sintácticos y las sorpresas léxicas propias de cierta tradición vanguardista en el continente. Una de las temáticas preferidas por Istaru es la del erotismo, y no se necesita rascar demasiado esa superficie para ver hasta qué punto la elección se inclina hacia una suerte de trabajo impugnador de cierto discurso común -banal y hegemónico a la vez- que suele condenar a un destino de taxidermia los cuerpos y el deseo; y que es particularmente notable en el caso del tratamiento de la mujer.

Sus poemas no han circulado por el Río de la Plata más allá de algún comentario perdido en el suplemento cultural de algún periódico o cierta breve referencia en alguna selección, razón por la cual vale que les copiamos a continuación algunos de los poemas de Ana Istarú.

Bolero irrepetible

Hombres que amé,

los esplendentes hombres de los cines sombríos,

tormentosos o dulces,

los demonios garridos,

los de espléndidas crines,

los arcángeles tácitos,

escoltando la noche,

bordeando como un sueño mi cuerpo humedecido,

hombre tiernos, nefastos,

portentosos, cobardes.

hombres castos (los tuve)

resguardando su fuego de mi pasión sin quicio,

los delgados, los altos, los altísimos,

los que tenían un dejo de avellana

en los hombros,

los feos

que tanto quise amar

como a los más hermosos,

buscando el tramo tibio detrás de sus rodillas,

el ángulo exquisito del tobillo

y sus contornos,

amores desvaídos,

amores elocuentes,

batallando exaltados al igual que San Jorge,

domeñando a mi madre,

el dragón crepitante.

Adónde fueron.

Y adónde fue mi madre.

Hombres que amé

con fe, con sed, con sinrazón,

con lucidez,

como un ciclón que encalla y es sólo desatino,

hombres que amé como nunca jamás,

y esa que soy y fui

y ya no seré nunca

está bailando ahora

perdida en un bolero irrepetible,

cargada de geranios,

de besos que no vuelven

como la línea dura de un astro que se astilla.

Esto fue amor. Lo firmo

con mi saliva y puño

en un vaso de acero en el que brindo.

Hay una colegiala, en algún sitio,

que baila hasta el cansancio.

IV

Ahora que el amor
es una extraña costumbre,
extinta especie
de la que hablan
documentos antiguos,
y se censura el oficio desusado
de la entrega;
ahora que el vientre
olvidó engendrar hijos,
y el tobillo su gracia
y el pezón su promesa feliz
de miel y esencia;
ahora que la carne se anuda
y se desnuda,
anda y revolotea
sobre la carne buena
sin dejar perfumes, semilla,
batallas victoriosas,
y recogiendo en cambio
redondas cosechas;
ahora que es vedada la ternura,
modalidad perdida de las abuelas,
que extravió la caricia
su avena generosa;
ahora que la piel
de las paredes se palpan
varón y mujer
sin alcanzar el mirto,
la brasa estremecida,
ardo sencillamente,
encinta y embriagada.
Rescato la palabra primera
del útero,
y clásica y extravagante
emprendo la tarea
de despojarme.
Y amo.

(de La estación de la fiebre)

El hambre ocurre

el hambre
su alquimia pertinaz

transmutación violenta
en la costilla

tener un hombre vivo entre los dedos
tirárselo a la muerte

el hambre es una muerte
que se hace la olvidada
se demora

finge buscar su cita en la libreta

pero al final te toca
y es una brea
inarrancable

no deja cicatriz

o sustrae al más pequeño de la casa
lo convida
al baile helado

el hambre ocurre
esto lo escribo en Costa Rica
estamos en setiembre ochenta y cinco

pero resulta
la muerte aquí es católica apostólica
el sueño en que moramos no resiste
este grillete
así nadie comenta
el hambre queda en rasgo de mal gusto

la paz

aquí la paz se nutre con la sangre

May 16, 2008 at 11:45 am Deja un comentario

León de Greiff, la poesía y la policía


León de Greiff es un escritor colombiano que nació en 1895 y murió en 1976. Se inició en la poesía dentro de la corriente modernista y de a poco fue derivando hacia una muy personal versión del experimentalismo de vanguardia. Estuvo entre los fundadores del grupo literario Los Nuevos.

En ocasión de cumplirse los treinta años de su muerte Claudia de Greiff escribió para Ciudadviva: “Inventor de una estética literaria particular De Greiff empleó palabras de poco o ningún uso, utilizó formas totalmente innovadoras en el verso, creo vocablos sustentados por las últimas acepciones del diccionario de la Real Academia y combinaciones de raíces latinas, griegas y otros idiomas. Sonatas, preludios, fantasías, rapsodias, cancioncillas, nocturnos, suites, fugas, fuguetas, sonatinas, constituyen ‘el sinfonismo greiffiano’, con el cual el escritor intenta interpretar o igualar las normas de la música clásica en poesía, como en Fantasía cuasi una sonata donde sigue muy de cerca la estructura de la sonata Claro de luna de Beethoven”.

Entre sus principales libros se pueden enumerar: Tergiversaciones (1925), Cuadernillo poético (1929), Libro de Signos (1930), Variaciones alrededor de nada (1936), Prosas de Gaspar (1937), Semblanzas y comentarios (1942), Fárrago (1954), Bárbara Charanga (1957), Bajo el signo de Leo (1957), Nova et vetera (1973) y Libro de relatos (1975).

Pinta al escritor de cuerpo entero el divertido relato que sigue (que sea verdadero o falso poco importa, es leyenda), el cual ya ocupa un lugar por demás destacado en el anecdotario de las vanguardias latinoamericanas y del mundo en la descripción su incómoda relación real y/o simbólica con las formas del poder y las instituciones.
«En una redada de policía que hubo en Bogotá en años pasados, cayó, entre otras muchas personas, León de Greiff, quien se hallaba departiendo con otros literatos y poetas alrededor de una de las mesillas del célebre Café Automático. Conducidos en carros radiopatrullas a la Inspección de la calle cuarenta, allí fueron todos requisados, aligerados de los papeles que llevaban en los bolsillos, y provisionalmente mandados a los calabozos, mientras en las oficinas se examinaban con detenimiento aquellos papeles, en averiguación de posibles planes subversivos. Una vez terminada la minuciosa inspección, casi todos los detenidos fueron puestos en libertad. Pero León se quedó adentro, como sujeto a todas luces peligroso. El investigador había leído y releído los papeles del poeta, y como no entendiera una palabra había exclamado con un lampo de triunfo en los ojos: ‘¡Ésta es una clave secreta! ¡Aquí está la clave de los revolucionarios!’.
«Se trataba, desde luego, de algunos de los poemas manuscritos de León de Greiff; y no le faltaba completamente razón a aquel celoso servidor de la causa del orden. León de Greiff es, en el ámbito de la poesía… el inventor y guardián de la clave de una revolución…», cuenta Juan Lozano y Lozan.

Cuando acababa de cumplir los veinte años León de Greiff publicó en las páginas de la revista Pánida su primer poema, la “Balada de los búhos estáticos”.

Balada de los búhos estáticos

I

La luna estaba lela
y los búhos decían la trova paralela!
La luna estaba lela,
lela,
en el lelo jardín del aquelarre.

Y los búhos decían su trova,
y arre, arre,
decían a su escoba
las brujas del aquelarre…

En el jardín los árboles eran rectos, retóricos,
las avenidas rectas, los estanques retóricos…
retóricos,
y en fila los búhos, rectos, retóricos, retóricos…

Y allí nada se vía irregular:
los bancales de forma regular
-cuadrados, cuadrados-
las regulares platabandas,
los árboles endomingados
geométricamente, conos dados…
todo perfecto, exacto, regular.

Y eran las sombras semejantes,
y los perfumes semejantes,
y los aromas semejantes,
y, en medio de todo, los búhos
decían idénticos dúos
semejantes,
los idénticos búhos!

Oh jardín de mis sueños neuróticos
donde ensueñan cerebros caóticos
ensoñares macabros, exóticos!

Y los búhos tejían la trova paralela,
y la luna estaba lela,
y en la avenida paralela
las brujas del aquelarre
torvas decían: ¡arre! ¡arre!
escoba, ¡escoba del aquelarre!

II

La luna estaba lela
y los búhos decían la trova paralela.
-El padre de los búhos era un búho sofista
que interrogó a los otros al modo modernista:
los búhos contestaron, contestaron la lista…-

Y eran seis bellos búhos plantados en la rala
copa de un chopo calvo. Y el pintor agita el ala
y al instante se inicia la trova paralela,
trova unánime y sorda, extraña cantinela
que coloquian los búhos ordenados en fila.

El búho más lejano su voz de flauta hila…
El que sigue canta como un piano de cola,
un otro es la trompeta, y entre la batahola
se acentúa el violín y todo el coro ulula
la macabra canción que el conjunto regula.

La luna sigue lela,
lela,
y sigue la trova paralela…

III

Ya se ha ido la luna.
Ya los búhos cesaron la trova inoportuna:
el jardín ha nacido con el alba radiosa;
el estanque palpita -nada, nada reposa.
Los niños triscan, triscan por el jardín florido,
y las aves ensayan su arrullo desde el nido!

Los estáticos búhos huyeron de la extraña
lumbre del sol que todo lo falsifica y daña.
Los estáticos búhos huyeron, y en su hueco,
-oculto entre las ramas del chopo calvo y seco-
aguardan el exilio del sol que adula y finge,
que ilusiona y que irisa, y aguardan que la esfinge
-la muda y desolada y la fría-, la luna,
se venga con la noche, se venga lela, lela,
para decir de nuevo la trova paralela!

A mis hermanos los búhos
como una santa palabra,
como un confuso diseño,
esta balada macabra.
ENVÍO

Año de 1914, Medellín, Colombia.

(Tomamos la versión de la razzia policial según se publicó en http://paisdelviento.blogspot.com/2006/10/len-de-greiff-colombia.html.)

abril 25, 2008 at 11:26 am 2 comentarios

Reportaje a Víctor Redondo

El lunes 21 de marzo de 2006 el programa radiofónico Desde el aula entrevistó al aire al poeta y editor Víctor Redondo, por ese entonces presidente de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). Se reproducen a continuación algunos extractos que reúnen los mejores dichos de esa entrevista que atravesó el largo camino que va desde la fundación de la revista y editorial Último Reino en los años de la dictadura hasta la actualidad sindical de los escritores de la Argentina. Se incluye también una yapa.

Víctor Redondo: -En la Argentina existe desde 1924 una Sociedad Argentina de Escritores, fundada entre otros por el mismísimo don Leopoldo Lugones, que con el tiempo se fue esclerozando, pervirtiendo, dio lugar a manejos oscuros, un organismo burocrático que no participaba en ningún nivel de la vida intelectual de los argentinos, en su cultura real, estaba al margen de los debates estéticos, sociales y políticos. Varios fuimos los que, al advertir tal estado de cosas, nos agrupamos e intentamos dar batalla desde adentro; en un espacio de tres años nos fuimos nucleando alrededor de una serie de debates y puntos mínimos de convergencia y más tarde armamos una lista para competir en las elecciones de la SADE; yo primero fui candidato a secretario general y luego a presidente por esa lista. Y en las dos elecciones en las que nos presentamos fuimos víctimas de fraudes desvergonzados y descomunales, que en su momento denunciamos públicamente y ante la justicia. Por entonces la gente que me acompañaba decía: “Basta, esto no da para más, no se puede lidiar con ese aparato que todo lo manipula…”, claro, como ocurre en los gremios grandes parecía imposible pelear con ese feudo que los “gordos” han sabido imponer en la CGT, por ejemplo, la bendita burocracia sindical. Y entonces se fue amasando la idea de generar otra cosa. Una organización nueva y diferente, activa, democrática y que hiciera cosas. Como al principio no estábamos seguros de si íbamos a contar con el suficiente respaldo lanzamos una convocatoria muy tibia y vaga que fue desde los escritores más cercanos hacia el conjunto. Tratamos de ser lo más diplomáticos posible para no herir ninguna susceptibilidad, y la respuesta fue abrumadora y nos decidió. En poco más de un día recibimos 86 mensajes respondiendo a nuestra consulta y que se pronunciaban en favor de la nueva gremial. Entre los nombres más conocidos que impulsaban el movimiento estaban Tomás Eloy Martínez, Griselda Gambado, Angélica Gorodischer, Noé Jitrik y muchísimos más. Fue una contestación masiva frente a una consulta bastante timorata, y eso nos decidió con fuerza. Corría el año 2000 y nos juntamos en varias asambleas, donde el primer punto puesto a discusión y votación fue si nos inclinábamos a fundar una nueva asociación; la votación por la afirmativa fue unánime, a mano alzada y por aclamación. Así nació la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina (SEA). En esas reuniones se postuló y votó también una comisión directiva y empezamos a funcionar en una pequeña oficina ubicada en el histórico Pasaje Barolo, allí en la Avenida de Mayo. Nos empezamos a abrir un espacio en los debates culturales y a emitir opinión sobre los diferentes aspectos de la vida nacional, lo que al principio llamaba la atención puesto que los escritores estaban hasta entonces al margen de todo.

Es que hay una idea de sentido común que sostiene que no puede haber correspondencia alguna entre el sindicato y el arte y la literatura, son agua y aceite. ¿Cómo se responde a tal sentido común? ¿Para qué sirve una agremiación de los escritores, qué función cumple?

Víctor Redondo: -Hace poco escuché que alguien decía que las preguntas en apariencia más simples son las más difíciles de responder, y éste es un buen ejemplo. Pero intentémoslo. Tomemos por caso el PEN internacional; es una organización que se dedica a “cuidar” a los escritores en cualquier lado donde puedan ser coartados en su libertad de expresión, perseguidos, encarcelados, prohibidos; defiende el derecho al trabajo y a la libre expresión de los escritores, defiende la circulación de sus obras. Allí hay una función clara, digamos, en el terreno de los derechos humanos. Otro punto importante se da alrededor de la deserción del Estado en el papel que debería cumplir fomentando la vida cultural. Sobre todo la actividad cultural y artística surgida de abajo, que no cuenta con el financiamiento de las grandes multinacionales de la cultura. Si no se tiene una organización de tipo sindical todo queda en protestas aisladas, en la queja individual y poco efectiva, que no pasa de la carta de lector indignado a un diario.
Hay escritores que se pasaron toda la vida trabajando, entregando a la sociedad su saber, su cultura, su arte, y que cuando llegan a cierta edad no tienen literalmente dónde caerse muertos. Son aquellos que han pagado las ediciones de su bolsillo, han dado charlas y conferencias en los más diversos espacios, y ahora carecen de una cobertura de salud, etcétera. Allí debe estar el sindicato, para pelear por y con ellos. Precisamente estamos terminando de elaborar un proyecto para el otorgamiento de pensiones para los escritores que llegados a cierta edad carecen de entrada alguna, jubilatoria o de otro tipo. Que los escritores que han muerto en la miseria son legión no es simplemente una leyenda bohemia, ¿no? Nosotros nos consideramos, pues, un sindicato aunque legalmente no podamos serlo por el simple hecho de que no tenemos relación con un patrón, o mejor, con un único patrón.
Hemos dado una lucha para que los premios municipales, uno de los poquísimos incentivos para la actividad literaria que quedan, se efectivicen, porque hace siete años que no se entregan. No te vas a creer que es un dineral, no sé si alcanza a tres salarios básicos… Pero que no se entreguen priva a los que vienen atrás para que se sigan presentando y quieren presentarse a esos premios para recibir un mínimo apoyo económico.
Hicimos una lista y empadronamos a dieciocho escritores que estaban en la indigencia y gestionamos para ellos un bolsón de alimentos en la dependencia de Desarrollo Social correspondiente, para que al menos no se mueran de hambre.
Ahora mismo estamos elaborando un comunicado porque el secretario de Cultura, José Nun, tiene la firma la salida de los premios nacionales de literatura, pero nunca se concreta, sigue apolillándose en algún cajón.

Sigo con la historia. Nosotros alquilábamos esa pequeña oficina en el Pasaje Barolo, pero mientras tanto gestionábamos con la ONABE -que es un organismo que se encarga de administrar lo que quedó del desguace del Estado- para ver si nos podían transferir una propiedad. Después de muchos trámites y gracias a la buena voluntad de la gente de la ONABE, hay que reconocerlo, conseguimos unas oficinas que están arriba de la estación del Plaza Miserere del ferrocarril Julio A. Roca, la entrada está por la calle Bartolomé Mitre, casi esquina Pueyrredón, a dos cuadras de República Cromañón y el santuario de los pibes masacrados. Después peleamos y conseguimos un subsidio que nos permitió arreglar esa construcción, pintarla, etcétera, y montar una biblioteca que vamos a inaugurar el viernes 30 de marzo. La biblioteca lleva por nombre el de la escritora de literatura infantil ya fallecida, Graciela Beatriz Cabal (quien aparece en la foto que acompaña junto a Víctor Redondo), que fue vicepresidenta de la SEA. También construimos un auditorio, con un escenario casi profesional, sus cortinados, luces y equipo de sonido, y una capacidad para 120 personas. El auditorio llevará el nombre del autor de Llegada de un jaguar a la tranquera, Francisco Madariaga, el gran poeta correntino que fuera candidato a vicepresidente por nuestra lista en aquellas peleas dentro de la SADE. El viernes 31 de marzo vamos a hacer un gran acto de presentación, con varios números musicales y vamos a nombrar a una serie de escritores -cuyos nombres por ahora guardamos- como miembros honorarios.
Uno de los grandes motivos que nos llevó a crear esta asociación es que advertíamos tristemente que en las grandes movilizaciones populares argentinas los escritores no aparecían ni en figuritas. Estaban los artistas plásticos, los actores, los músicos, pero los escritores no existían. Desde que se formó la SEA siempre, todos los 24 de marzo, estamos allí con nuestras banderas. A nosotros no nos interesa hacer hincapié sólo en la memoria, nos interesa que aquella barbarie no se vuelva a repetir, por supuesto, pero denunciamos que de alguna manera sigue existiendo hoy; es decir, nos interesa que ese recuerdo se convierta en una herramienta de lucha de cara al presente. No sólo recordamos a los caídos ayer, sino que denunciamos se siguen reprimiendo los reclamos populares, que hay presos políticos y que se está reprimiendo y torturando a los trabajadores en Las Heras, allá en Santa Cruz. Una resistencia activa, en todo caso, y no “del recuerdo”. No nos interesa convertir el término “memoria” en un fetiche, en un monumento inmóvil, en un feriado escolar. Este 24 de marzo la SEA marcha con las mismas consignas que el Encuentro 30 años Memoria, Verdad y Justicia que agrupa a centenares de agrupaciones y partidos, y que otras cosas denuncia que lo que está ocurriendo en Las Heras es la demostración más evidente de que la represión sigue viva. No sólo memoria hacia atrás, sino lucha hacia el hoy y el futuro.

Mi primer libro de versos, Poemas a la Maga, es de 1977. Fue hecho con la ancestral tecnología del mimeógrafo, con esas láminas a las que les dábamos con los tipos de la máquina de escribir sin cinta para armar los esténciles. De casualidad me topé con unos amigos que habían guardado un mimeógrafo e hicimos 150 ejemplares que así nacieron y se repartieron, medio clandestinamente. Ahí estaba en formación el grupo que finalmente daría vida a la revista Último Reino. Después, como la represión en Buenos Aires era dura y las cosas no pintaban nada bien, me fui a España, y pasé dos años en Barcelona. Leí hace poco que hay quienes analizando aquellos años dicen que los talleres literarios se convirtieron en espacios de resistencia, dado que era muy difícil reunirse públicamente y expresarse “hacia fuera”, la gente se refugiaba en estos lugares más chicos, resguardados, como los talleres e intercambiaba con los otros según podía. (…)

En la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, hacia 1980, los talleres literarios y de análisis y crítica literaria se usaban como una suerte de excusa para ir agrupando a los estudiantes con vistas a la reorganización de los centros estudiantiles.

Víctor Redondo: -Un fenómeno así. De aquel grupo formaron parte los fallecidos Mario Morales y Jorge Zunino, Horacio Zabaljáuregui, Susana Villalba, Mónica Tracey. Al principio éramos un simple taller literario que coordinaba Morales. Hoy quizás parezca una estupidez pero en aquel tiempo nosotros queríamos ser la expresión de un movimiento neorromántico; cuando debatíamos con alguno incluso le pedíamos que sacara el “neo” y nos llamara “románticos” a secas. Había otros grupos y publicaciones poéticas en la ciudad de Buenos Aires por aquel entonces; unos se sentían más cercanos a la tradición de los sesenta, a una poesía coloquial, de comentario social más directo; otros se alimentaban de una onda más experimental, “afrancesada”, de búsqueda de una “literatura objetiva”… Seguramente olvido otros muchos, con los que nos peleamos y debatimos, no siempre con amabilidad. Nosotros éramos los líricos.

El primer número de la revista salió en diciembre de 1979. Mientras vivía en España me gané el primer premio del Milenario de la Lengua Castellana, para gran bronca de los españoles, con mi libro Homenajes. Pero yo extrañaba muchísimo, vivir afuera es ser siempre extranjero aunque uno se integre, y bueno, el clima acá había aflojado un poco y decidí volver. Retomamos los vínculos con el grupo y así salió la revista, que se llama Último Reino por un poema del escritor peruano Jorge Eduardo Eierson, que acaba de morir en Milán, ciudad en la que vivía hace muchos años dedicado a las artes plásticas. Sale ese número uno y al toque agota sus 5oo ejemplares, y eso gracias a una ayuda imprevista pero bien valorable en este mundo intelectual tan amarrete. El escritor Oscar Hermes Villordo nos dedicó un elogioso cuarto de página en La Nación y eso impulsó las ventas de inmediato. Era una revista que se distribuía en chiquito, en algunas librerías, pero increíblemente tuvimos que reeditar aquellas 24 hojas. Último Reino fue una de las primeras revistas que encabezó el boom de publicaciones que comenzó a crecer en esos años. Aunque oficialmente no ha muerto, de hecho lo está, su último número, el 24, salió hace ya muchos años. Es muy difícil sacar una revista a pulmón, perdiendo plata, sobre todo cuando ya todos estamos grandes y tenemos muchos deberes y preocupaciones extraliterarias.

A poco andar Último Reino se convirtió también en una editorial. En 1980 salió su primer libro, que fue mi Homenajes, dado que los españoles no cumplieron con lo que estipulaba el premio, no lo editaron allá como debían, así que agarré y lo saqué por mi cuenta. Ahora hemos llegado a los 600 libros publicados. Recientemente la Fundación Iones nos declaró la “editorial de poesía de la década”, un poco mucho tal vez, y no es que a mí me interese la fundación, pero sí respeto mucho a los veinte miembros que integraron el jurado, y creo que eso sí significa algo. Último Reino parió también otro emprendimiento que fue Circe, puesto que los músicos tenían los mismos problemas para publicar sus obras que los poetas. Eran casetes donde se editó desde el señor Botafogo Vilanova y los blues de su Durazno de Gala hasta música experimental contemporánea como la del dúo Islas (Gustavo Margulies y Paul Stringa) o de Carlos Costa. Allí apareció también una pequeña colección de los poetas en su voz, donde se puede escuchar recitar a Lezama Lima, Edgar Bayley, Mario Trejo, Francisco Madariaga, Néstor Perlongher, Eduardo Mileo, Javier Cófreces, Alberto Muñoz… Los lectores más jóvenes que accedieron a la obra de Perlongher, por ejemplo, a través de la Obra completa que publicó Seix-Barral se olvidan o no saben que sus primeros y tal vez más interesantes libros aparecieron en editoriales chicas, como Tierra Baldía o Último Reino. (…)

CODA: DOS POEMAS INÉDITOS:

1) Si hubieras quién

Quien seas que tú
quien ame que tú
si hubiera así dado en tu nombre
si hubiera en ti dado
quien ame en ti
quien ame lo que tú hubieras
y dieras así
y así seas infinita y sola
hubieras sido así en mí
lo que diste
y dieras en mí lo que supiste
y dieras en mí lo que sabes
hubieras dado lo que sabes
hubieras estado alcanfor dentro
hubieras aroma estado lengua
por no repetir tu nombre hasta el hartazgo
si fueras en mí hasta siempre
si estuvieras en dentro hasta salirme
si fuera siempre esto así
si fuera siempre así
si fuera siempre
atado a lo que somos
atado a tu sombra de luz
hubiera de decir palabras que no supe
hubiera de decir cosas que no sé
tanto amor me excede
tanto amor me cabe
a decirte
a decir
hermanita mía del incesto hechizo
si hubiera de decir
si hubiera de decir así dado en tu nombre
que te repito en mí siempre
que te repito en mí siempre
imanto lo que imanto porque imanto lo que imanto
a tus rendido
a tus qué rendido
a tus rendido si hubiera
belleza es demasiado lo que me das,
te amo
consolada e incansablemente.

(2-9-2004)

2) Amarcord Federico

(a Federico Pedrido, in memoriam)

Piedras cayendo sobre los techos de las casas.
Tarotistas, astrólogos, videntes.
Recibir el ramo de flores de la novia, un gato negro un martes 13,
pirámide en el rincón del hogar, cruzar los dedos, los brazos,
fitas alejando la envidia.
Tocar madera: un espejo roto debajo de una escalera, ajo tras la puerta.
Un muñeco en una mesa con trece comensales en el piso 12 bis.
¡Ah, venenos del espíritu!
Gato diablo, si le pisas la cola quedarás soltero.
¿Para qué ojear a un niño? Convento de brujas, aquelarres,
hombres convertidos en cabras: cabrones.
Ámbar, plata, ojo de tigre: camello de jade.
Un ángel de plata reconcilia a las parejas.
La primera bruja acusada: la irlandesa Lady Alice Kysteler,
debió haberlo evitado caminando hacia atrás, escupiendo,
o caminando tres círculos golpeándose la palma de la mano
con la otra cerrada en un puño.

¿Recordás, Federico, las charlas interminables?
¿Habrá un amuleto para ir a visitarte al cielo?
¿Si me siento bajo una pirámide, ascenderá hasta ti
mi campo magnético, mi aura, mi bioplasma?
¿O descenderá la tuya para iluminarme una vez más?

¿Dirá la Gran Pirámide de Keops
si nos volveremos a ver?

¿Dirá la Gran Pirámide de Keops
–cuya altura multiplicada
por un millón es la distancia que separa a la Tierra del Sol,
148.208.000 kilómetros, y la división del perímetro de su base
(931,22 metros) por el doble de la altura de la pirámide
da el valor pi, 3,1416, y si esa cifra se multiplica por la longitud
de la antecámara del faraón Keops se llega a 365,242, que son
los días y la fracción de un año–
si nos volveremos a ver?

¡Y eso que nunca usaste ropa amarilla en tu época de actor!
Todo puede ser fatal.
Por algo Debussy no se dormía hasta
colocar la punta de una zapatilla sobre la otra.

Aleuromancia, bibliomancia, capnomancia, catoptromancia,
hepatomancia, metoposcopia, necromancia, nefelomancia, oniromancia:
¿qué no haría por saber si volveremos a tomar juntos una botella de vino!

Y luego en la iglesia desintoxicarnos:
“Entre este mísero judío
triste y ansioso de la muerte
y un Dios feroz que se divierte
en la eternidad y el hastío,
Satanás, el Ángel Sombrío,
se hace divinamente fuerte”,
y nos reímos con estos versos de Martínez Estrada.

Pero cuando paramos de payar, el patrón le gritó:
“Manden treinta pares de alpargatas, diez cajones de ginebra
y cincuenta Martín Fierro”, al proveedor de la pulpería.
Pedimos otro vino y me seguiste contando:
“los viajeros de platos voladores”, y yo me desternillaba de risa.
¿Y si recurriera a un médium, si fuera a la Escuela Científica
del alma? ¿Hubieras sido uno más, en 1954, en la cancha de Atlanta
donde cien mil personas miraban al pastor Tommy Hicks
imponer sus manos a los enfermos? ¿Te hubiera sacado
el cáncer Tommy Hicks?
¿Y si se te hubiera aparecido una paloma
con el rostro de la Virgen? ¿Dios es transparente?

Ya tiraron abajo tu hermosa casa de la calle French.
Tus Odille están bien instaladas.
¿Por qué el Concilio de Constantinopla, 555 dj,
desestimó la reencarnación? Estos curas hijos de puta…
¡Hubiera sido tan conmovedor que reencarnaras como Cary Grant!
¿Y el Zé Arigó, indultado por Kubitschek al sanar a su hija deshauciada,
te hubiera sacado el cáncer? “Feche os olhos e fique orando.
Peça a Jesus a cura. Nao desvie o pensamento observando os outros.
Silencio, fé e oraçao”.
¿Cuánto cobrará el gurú de Stavros Niarchos?
¿Y el astrólogo de Visconti y de Fellini?
¿Herbert von Karajan, medium, se comunica contigo?
Deberíamos haber consultado al astrólogo de Marlene Dietrich.

Pero no importa. Ya está. Estás muerto.

Por las putísimas dudas, extiendo una tela precolombina
en el suelo. Sobre ella otra de lino, y me siento en medio
de esa mesa. A mi derecha la justicia, a mi izquierda el mal.
Los números de la mesa: siete, veinticinco y trece.
Alucinógenos y amuletos, de la noche a la madrugada..
Curé a una rata, detecté ladrones en el vecindario,
neutralicé daños a mi vecina, reconcilié al matrimonio del
tercero ce, divorcié a los del cuarto m porque la mujer
tenía cara triste, y conseguí buenas cosechas en Tucumán.
Luego grité: ¡Vuelve, estás curado!,
y lo grité tanto pero tanto que quedé afónico.
No hubo caso, no volviste.
Qué lástima, si hubieras vuelto este poema sería hermoso.

Este vino solitario es por tu luminosa e irreversible ausencia.

(6-6-2004)

abril 5, 2008 at 12:13 pm Deja un comentario