Posts tagged ‘Jazz’

Carlos Franzetti, Film Noir

Carlos Franzetti es un compositor, arreglador y pianista que nació en Buenos Aires en 1948 y hace ya casi medio siglo que anda dando vueltas por el mundo. Ha sido el respaldo para innumerables primeras figuras, desde Paquito D’Rivera hasta Mercedes Sosa, además de poner banda de sonido a gran cantidad de filmes comerciales hollywoodenses.

También se ha hecho tiempo para las aventuras estéticas de tinte más personal y, por supuesto, de mucha menor repercusión comercial y de público. En 2008 el sello Sunnyside le permitió sacarse el gusto de fusionar en un solo gesto las atmósferas que el cine, la literatura y la música han subsumido bajo la etiqueta general del relato negro. Llamó a la obra simplemente Film Noir y ofrece en ella once versiones muy propias de clásicos oscuros y urbanos que han acompañado las aventuras en la pantalla de una serie de antihéroes que hemos visto vagabundear en las calles, por las noches y bajo una llovizna espesa que siempre empuja a prever lo peor.

La matriz, claro, es el jazz moderno. Franzetti logra ensamblar con notable eficacia en casi todos los casos a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de Praga con el impagable trabajo del saxofón. El saxo está en la boca de un músico de poco nombre y grande talento: Andy Fusco, un veterano que despliega un ejercicio gimnástico que le posibilita amalgamar, según se lo requiera, a Sonny Rollins con Paul Desmond, es decir a la marcha del hard bop con las estilizaciones cool.

Las melodías son conocidas, la de “Alfie”, “Último tango en París” o “Body Heat”, por ejemplo, pero se perciben sabiamente transfiguradas. La versión del tema central de “Taxi Driver” –la impresionante soundtrack pergeñada originalmente por Bernard Hermann allá por 1976– es uno de los puntos más altos y atractivos del disco.

agosto 21, 2011 at 1:07 pm Deja un comentario

Rubén López Furst, Jazz argentino en la universidad

Como ha ocurrido y ocurre con otras especies estéticas, los argentinos se han ido preparando antes de apropiarse de ciertas corrientes prestigiosas y cautivantes. Así ocurre, por ejemplo, y es la referencia en este caso, con el jazz.

Jazz argentino en la universidad es una grabación de 1966 que reúne siete temas para que se luzca una de las formaciones más clásicas y perfectas del jazz creativo: piano-bajo-batería. Néstor Astarita y Jorge González, en la batería y el contrabajo, hacen lo suyo con más que suficiencia. Jorge Anders en el saxo y Rubén Barbieri en la trompeta se suman en los tres temas finales y agregan soltura y creatividad, sobre todo en la versión de “Sometime ago”, de Sergio Mianovich.

Son todas composiciones tradicionales del jazz moderno, arreglados para el lucimiento casi exclusivo de Rubén López Furst en el piano. Lo de “argentino” en el título mucho no se entiende: la “argentinización” del jazz estaba por venir, pero no todavía, quizás discos como éstos ya permitían intuirlo. Recomendamos en especial el melancólico “Old Folks” de Hill y Robinson y el tradicional “Bonnie”, donde destaca el tándem Astarita/González. El problema general que se puede marcar con respecto a la precaria grabación es que coloca a los teclados demasiado “adelante”, demasiado atento a quien manda.

julio 23, 2011 at 10:42 pm Deja un comentario

Metal-O-Phone, Steve Reich y Babilonia

El término metalófonos se usa casi ancestralmente -o al menos desde que los metales fueron sometidos por la mano del hombre- para designar a instrumentos musicales de percusión sobre barras o cilindros de metal de variada extensión y formas. Su uso se ha detectado en antiguas culturas de diferentes partes del mundo, aunque su prestigio estético no antropológico viene de la mano, más bien, de su utilización pòr parte de algunos compositores de la vanguardia contemporánea como Ianni Xenakis.

Por otra parte, Metal-O-Phone es un trío francés de jazz experimental. Fue fundado por el vibrafonista Benjamin Flament quien, paralelamente, suele integrar bandas tales como Radiación 10 y Les Bombones Flingueurs, entre otras. Junto a Flament están el bajista belga Joachim Florent y el baterista Elie Dursi.

En 2010 Meatl-o-Phone dio a conocer un álbum por demás interesante que fue bautizado únicamente con el nombre del grupo. Basado en el sonido vibráfono, amplificado, procesado y debidamente deformado, desfila una docena de composiciones que tocan que mezclan las libertades del jazz libre con una cadencia por momentos rockera (en alguna reseña se llegó a calificar la grabación de “metal progresivo”) aunque no muy reconocible, como en “Robosticks”; todo alineado como en una brochette con la frecuencia de los subes y bajas de secuencia minimalista pergeñada bajo la influencia de Steve Reich.

Precisamente el mejor tema del disco (compite por ese puesto con el espásticamente sincopado “Karter”) son los siete minutos de “Steve Reich en Babilonia”. Raro + diferente = interesante.

May 15, 2011 at 1:00 pm Deja un comentario

Eduardo Lagos y su Dialecto

Con la formación clásica del trío que la música de jazz e improvisación supo llevar a la libertad creativa y la (im)perfección formal, piano-bajo-batería, el argentino Eduardo Lagos supo brindar algunos de los mejores momentos de estilización de los ritmos y las melodías folklóricas. Dialecto es un registro de 1990 que grabó junto a dos compañeros en inspiración, género y generación, el contrabajista Jorge González y la batería del Pocho Lapouble.

Son nueve temas que rondan los cuatro minutos cada uno y que están tomados del “cancionero folklórico” criollo que se ha vuelto anónimo de tan conocidas que suenan en la oreja las melodías aun cuando no sepamos el nombre y el de su compositor o intérprete más tradicional.

Así desfilan Andrés Chazarreta, los Hermanos Abalos y Atahualpa Yupanqui, la “chacarera del rancho”, “Pastorcito de Belén” y “La oncena”, valsecitos, gatos y zambas recreados con la soltura de quien los conoce bien y desde siempre. Y se anima a someterlos a una cirugía estética profunda sin que, tal la sorprendente paradoja, sigan siendo inmediatamente reconocibles. La versión del “Padre del carnaval”, de Horacio Guarany y César Isella, es fantástica.

Cuando murió, hace bien poco, a los ochenta años, las menciones en los diarios lo despidieron como el “padre de la música de proyección folklórica”. Puede ser cierto no, gustar o no el calificativo, pero ésa es otra cuestión. Por suerte dejó unos cuantos discos, como éste, donde sigue viviendo.

May 12, 2011 at 12:50 pm Deja un comentario

Denis Colin et les Arpenteurs, Subject to Change

Denis Colin es un contrabajista nacido en Francia en 1956. Su instrumento es el clarinete y su música el jazz, por cuyos caminos transitó acompañando  a algunos grandes como Archie Shepp y Steve Lacy. Pero, menos publicitadamente, su mejor obra está en su madre patria y junto a nombres menos conocidos.

Compuso y ejecutó música para radio, teatro y cine, se desempeñó como docente. Junto al cello de Didier Petit y el percusionista Pablo Cueco armó un trío a comienzos de los noventa que mezclaba el jazz libre con la llamada “música étnica”. Al trío se sumaron otros hasta llegar a nueve y recibir como apelativo baustimal Les Arpenteurs.

En 2009 Denis Colin et les Arpenteurs grabaron Subject to Change, un álbum por demás destacable. Con aires de big band y arreglos ambiciosos los nueves temas que componen el disco deslumbran. En primer lugar, por el diálogo áspero y juicioso que entablan entre sí los vientos: “Hopperation” que abre la grabación es bien claro al respecto. En algunos momentos la pelota va a parar al campo de un jazz-rock un poco más esperable y el clima cede; pero ocurre sólo con un par de canciones. El resto es por demás recomendable. Escuchen, si no, el hipnótico juego con la percusión en “Sonne…”, o el “Chicago blues for Malachi”.

May 12, 2011 at 12:48 pm Deja un comentario

Les Amateurs

La heterogeneidad y el eclecticismo acarrean una problemática propia en el terreno del arte. La variedad de composiciones que se reúnen en un álbum, por ejemplo,  ¿supone alguna clave oculta y unificadora que está “detrás” y el oyente debe advertir o, al revés, tal cifra no existe per se y de alguna manera debe formarse en la oreja de quien escucha? O quizás no, la diversidad es todo lo que cabe esperar y hay que hacerse cargo de ella; entonces ¿cómo evitar que todo se muestre como algo tan fugaz y superficial, un mero cuaderno borrador donde se juntó lo que iba saliendo? Pero ¿por qué debería esperarse algo más “hondo” y “permanente”? ¿Son acaso esas las únicas determinaciones –como quien dice aquellas propias de un reconocible “estilo”– que puede albergar la forma? ¿Guiso es una cosa y muy otra cosa sancocho? Y así siguiendo.

Les Amateurs es un sexteto criollo que sumó un par de invitados para grabar su primer y hasta ahora único disco que sólo ostenta en tapa, y sobre el fondo de los azulejitos celestes del fondo de una pileta de natación, el nombre de la banda fabricado con diversos y coloridos materiales caseros, como si quisiera adelantar el tono juguetón de lo por venir. La foto que, de costado,  acompaña este breve escrito también tiene ese espíritu, y es la que les sirvió de presentación pública en la revista Rolling Stone, gracias a la cual comenzaron a hacerse “un nombre”…

Son nueves temas, como se dijo, bien variados, que casi en su totalidad compuso el multiinstrumentista y cantante Juanfa Suárez. Los más lindos son aquellos en los que el centro lo ocupa el piano bien mecánico ya juegue a equivocarse, como en el inicial “Adiós Torino”, ya se pierda en aires líricos (“Extravagancia”) o se funda en los juegos con la guitarra (“Aah”, y el mentado “Extravagancia”). Molestan un poco los vientos cuando de irrupción atronadora tan calculada se trata o esperable crescendo, se parecen demasiado a los de King Crimson o Van der Graaf Generator  (marcadamente en “Frennys”, un poco menos en “Coral” después de un inicio con trompeta a la Fats-Fernández-en-tono-melancólico y pa’ arriba).

No ofrecen mucho interés las partes cantadas, son mucho más destacables las idas y vueltas de gritos varios y gárgaras humorísticas.

Chiquito, contenido, “Mongoni”, el único tema de composición colectiva, fue la canción que más nos gustó.

Ahí.

diciembre 27, 2009 at 10:13 am Deja un comentario

Yog Sothoth

Yog Sothoth es el apelativo utilizado por el célebre escritor estadounidense de populares novelas de terror H. P Lovecraft. El nombre en cuestión designa a una suerte de temible y monstruoso guardián de los infiernos, según se lo puede ver aparecer en diferentes momentos de su saga mítica del demoníaco Cthulhu.

Pues bien, el mismo nombre y apellido fue el utilizado por una muy poco conocida y difundida banda musical francesa perteneciente a eso que podría llamarse el universo del jazz rock.

Publicaron un único disco en 1984, que reproducía únicamente el Yog Sothoth en la tapa. Poco se sabe sobre los siete integrantes que participaron de la aventura. La anterior afirmación es más bien una confesión propia: casi nada pudimos averiguar sobre ellos más allá de algunas relaciones obvias con antecesores como Gong, Vortex, Can y Magma.

El álbum en cuestión contiene tres temas largos de los cuales los dos más extensos, que abren y cierran el disco, “Nekrosis” y “Fou L’Art Noir” son realmente de primera.

Como para que se den una idea habría que decir que practican un free jazz verdaderamente free, en el sentido de que se dan permiso para “volver” sobre cierto tipo de composición y arreglos más convencionales y cercanos incluso a los tipificados dentro de la música llamada “clásica”. El trabajo del violín es verdaderamente imperdible.

Súperrecomendado; si la tentación prendió pueden probar en los buscadores.

julio 4, 2008 at 10:19 am Deja un comentario

Marion Brown, Three for Shepp

Marion Brown es un saxofonista nacido en 1935 en Atlanta, Estados Unidos; en 1992 se enfermó y desde entonces no se ha presentado en vivo o mayormente vuelto a grabar, hasta donde sabemos. Supo tocar con John Coltrane en el disco Ascensión, y un poco después dio a conocer una pequeña obra maestra inspirada en otra de las grandes figuras del jazz experimental de los años sesenta, Archie Shepp.

El álbum se llama Three for Shepp y el sello Impulse! lo distribuyó en 1966. Se trata de una mezcla de blues y jazz tamizada por los vaivenes del atonalismo y el free jazz. Dave Burell y Stanley Cowell estuvieron en la ocasión a cargo del piano, Bobby Capp y Beaver Harris de la batería y Norris Jones del bajo; pero la mención especial la merece Grachan Nochur III, dado que el trombonista parece haber entendido como ningún otro las texturas de las composiciones y arreglos de Brown y se ajusta, soporta y juega de manera perfecta a lo largo de la media docena de temas (tres firmados por el propio Brown y tres por Shepp) con los motivos que los saxos van enhebrando y desplegando en todos sus matices.

La mejor tradición del blues arrastrado con un slow tempo bien marcado hacia los territorios de la contemporaneidad musical yanqui, es decir un oxígeno que mezcla los mejores aires de la vieja Nueva Orléans y la nueva Nueva York. Un imperdible que con un mínimo de paciencia se puede pescar en la red.

junio 6, 2008 at 12:08 pm Deja un comentario

Amon Düül II, Phallus Dei

Con las voces allá en el fondo que se elevan como si cantaran un himno de carraspera adolescente que odia y ama a la vez la cotidiana existencia y de repente caprichosas se detienen para jugar con algún retruécano tartamudo que hace desaparecer la música un segundo antes de insistir con el grito y la rima sencilla e hipnótica, como de vendedor callejero, antes de que la mujer intente saltar desde el mercado para darle al eco una resonancia religiosa, un murmullo de pretendida y humorística trascendencia. Con guitarras bastante caprichosas que no se sabe muy bien para dónde van pero que insisten, rasgueadas a los golpes nunca se detienen, y como para no aburrir marcan el paso cada tanto con algunos efectos sonoros, ecos, saturaciones, vaivenes rudimentarios de bajo costo y alcance técnico pero capaces de armar eso que un poco más tarde pasará a llamarse en la jerga de los “periodistas especializados” sonido espacial (como ocurre sobre todo al comienzo de los veinte minutos del tema que da nombre al álbum). Algún órgano cada tanto y el músico que le pega a las teclas más siguiendo el contrapunto con la percusión antes que disponiendo alguna coloratura o sostén melódico, el bajo bien marcado, redundante, y un violín que se mezcla con la guitarra aunque se da su tiempo para mentar también alguna frase atonal de esas que en la actualidad siguen siendo tan desconcertantes y resistentes a la oreja. Y lo mucho aprendido del jazz y del folklore europeo de diversa procedencia y la “improvisación dadísta” según alguno de los integrantes de la banda alguna vez la bautizó. Un desfile catártico lleno de rudeza y maravillosa imperfección.

Para contrastar los diferentes énfasis y acentos basta escuchar los excesos apretados en los ocho minutos de “Luzifers Ghilom” y confrontarlos con el breve y compacto “Henriette Krötenswanz” de redoblante de marcha militar y entusiasmo de pueblo; todo el guiso, claro, se revuelve mezclado y sintetiza en el infinito “Phallus Dei”.


En fin, hace casi cuatro décadas, en 1969, mientras los sucesos de Mayo todavía sacudían a los estudiantes y jóvenes de París y de toda Europa, John Weinzierl, Chris Barrer y Renate Knaup, los músicos alemanes que se cansaron de la comuna y armaron de Amon Düül II publicaron su disco debut y obra maestra, el irreverente Phallus Dei (aunque algunos de las piezas que lo siguieron, como el doble Yeti y Vive la Trance! no están lejos de sus brillos) , uno de los puntales más insignes del hoy por hoy reverenciado kraut rock. Nos dicen que se consigue acá.

May 11, 2008 at 6:17 pm Deja un comentario

Merzbow, Lowest Music

Masami Akita nació en 1956 en Tokio. Como todo adolescente que se precie de tal mientras cursaba los estudios de escuela media comenzó a frecuentar bandas de rock, con las que realizó los covers de los clásicos del género, etcétera; y así fue rodando por la vida hasta que, ya en edad de merecer, se topó con los estudios de arte, las vanguardias, el free jazz y su apuesta estética cambió radicalmente de orientación y fue encontrando -para bien o para ma- un estilo particular y definitivo.

Así fue como decidió tomar el seudónimo artístico de Merzbow para firmar una obra musical extraña e impactante. El nombre utilizado para rebautizarse está inspirado en una obra del célebre artista de vanguardia alemán Kart Schwitters llamada “Merzbau”, y conocida también como “La catedral de la miseria erótica”. (Este «collage patafísico» puede apreciarse arriba.) La afinidad viene por el lado de que Akita-Merzbow siempre se sintió atraído por el “arte basura”, que en los plásticos experimentales desde comienzos del siglo veinte por los menos se viene implementando a través de diversas técnicas del collage; pues bien, al japonés no le resultó demasiado difícil traducir el recurso técnico al terreno de lo musical. El otro aspecto con que se toca con Schwitters es en torno a la apelación erótica, que en Merzbow se va a encontrar infectada por los ritos y los mitos del fetichismo y las formas sadomasoquistas.

Desde fines de los setenta al artista-banda Merzbow (dado que cada tanto Akira supo sumar a sus aventuras a algunos compañeros de ruta ocasionales) distribuyó una serie infinita de cassettes, algunos de ellos con la única “presentación” de algunos collages de fotocopias como envoltorio. De a poco empezó a presentarse en Tokio y conseguirse un pequeño grupo de seguidores que desde entonces considera a Merzbow uno de los fundadores del sonido noise, pero noise del peor, el primero, el más directo y provocativo, el mejor…

En los ochenta el reconocimiento le valió para que algunos sellos independientes de diversos puntos del planeta comenzaran a disputarse sus inclasificables obras. En 1993 la firma Extreme puso a la venta una caja que contenía 50 discos recopilatorios con las andanzas de Merzbow y que se considera hoy una pieza de coleccionistas dementes.

Avanzados los noventa sucedió lo que debía suceder: aterrizó en Nueva York, grabó para el sello de John Zorn y armó junto con Mike Patton una breve incursión sonora bajo el nombre de Maldoror, acontecimientos que engordaron su fama y reconocimiento crítico de (pequeño) público.

El año pasado dio a conocer dos álbumes: Merzbear y Synth Destruction.

Una leyenda del caos de la vanguardia musical, raro, agresivo, de esos que saben generar un ambiente sonoro demasiado alterado como para que los animales soporten permanecer en sus jaulas y de inmediato empiecen a patear el suelo de metal y mostrar los dientes. En fin, una experiencia intolerable para quien juzgue el arte de combinar los sonidos en términos de melodía y ritmo (y para el resto también).


Hacia 1982 Merzbow editó en su “propio” sello, ZSF, un cassette que lleva por título Lowest Music 2, el cual más tarde fue relanzado por Extreme, y es una buena muestra comprimida de lo que tiene para ofrecer. La indecente pieza se consigue aquí . A ver si se animan.

May 3, 2008 at 10:46 am Deja un comentario

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