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La saga de los trabajadores suicidas de France Telecom se reabrió trágicamente (me matan, siempre me matan)

Un empleado de 57 años de la multinacional France Telecom (FT) se quemó a lo bonzo ayer por la mañana en un parking de la empresa. Un modesto ramo de flores, colocado por varios colegas, dominaba a media tarde el escenario de la tragedia en las instalaciones de la empresa en Mérignac, la periferia de Burdeos que acoge el aeropuerto de esa próspera metrópolis del suroeste de Francia, escribió el periodista Andrés Pérez para Público.

El suicidio del trabajador, padre de familia con cuatro hijos, reaviva la herida profunda entre los 100.000 empleados de la firma que dejó oleada de suicidios entre 2008 y 2010, más de sesenta, de los que 27 estarían ligados al trabajo, según la plataforma sindical Observatorio del Stress y de la Movilidad Laboral Forzada. La dirección pasó años negando que los suicidios tuvieran relación con el cambio de métodos de gestión, antes de admitir finalmente el nexo.

El representante del sindicato de mandos intermedios CGC, Sébastien Crozier, explicó  que el suicida «se había visto muy afectada por el periodo de reorganización y de supresión de puestos» lanzado por el anterior presidente de France Telecom, Didier Lombard. Si bien había conservado su puesto tras la privatización, «tuvo dificultades para recuperar su equilibrio» y fue obligado «a cambiar de puesto en varias ocasiones», aclaró el sindicalista; y agregó: «tuvo que vender su casa debido a esa movilidad forzada y escribió a la dirección en varias ocasiones para alertar sobre su situación, sin haber obtenido respuesta alguna».

abril 28, 2011 at 9:38 pm Deja un comentario

Yasmina Reza, El alba, la tarde o la noche, o charlando con Sarkozy durante la merienda

Yasmina Reza, El alba, la tarde o la noche, Barcelona, Anagrama, 2008, 168 páginas.
Yasmina Reza es, de acuerdo con los comentaristas, una de las escritoras de obras teatrales más reconocidas en Francia y la Europa en las últimas décadas. En la Argentina, como en otros lugares, ha alcanzado una relativa popularidad a partir de la puesta de su exitosa obra Art, que hace mucho tiempo está en cartel, lo cual no vimos y sobre la que por lo tanto callamos cualquier opinión.
Lo que sí leímos, y bien rapidito, fue su El alba, la tarde o la noche, que es un extenso reportaje-novelado (¿?) producto de haber acompañado durante un año al presidente francés Nicolás Sarkozy, precisamente los doce meses de la campaña que finalmente lo llevó a la primera magistratura de su país.
Uno hace el cálculo y piensa de inmediato que un año de compilación de material y llegada exclusiva y directa al político en cuestión y su entorno por parte de un escribiente sagaz no puede dar como resultado sino honduras. Pues uno se equivoca de cabo a rabo. El libro es absolutamente superficial y sin ningún atractivo o interés, al punto que no agrega mucho más que lo que cualquier lector más o menos interesado en el tema junta en su cabeza después de haber leído dos o tres reportajes al galo de los muchos que fueron reproducidos por los diarios locales. En la reseña que al tomo le dedicó la revista cultural que acompaña a La Nación (ADNCultura, sábado 29 de marzo de 2008, pág. 16), que firma Astrid Pikielny, se menciona críticamente que el escrito habría ganado si se hubiera dedicado a ahondar en los “aspectos íntimos” de Sarkozy, pero en realidad es allí donde fracasa, puesto que el libro, es evidente, no fue pensado desde ninguna otra perspectiva posible que no fuera la de atrapar al “hombre” en el devenir vertiginoso de su quehacer diario de “hombre público” empujado al poder y que sin embargo sigue siendo homnbre (pequeños gestos, caprichos, malhumor y previsibles etcéteras). Falta nomás en boca de Sarkozy las palabras:”La gente debe comprender que yo también soy un ser humano”, como argumentan los referís de fútbol después del cascotazo de reproche.
Si algo demuestra de una vez y para siempre El alba, la tarde o la noche es que el acercamiento a ciertos “personajes” sólo tiene sentido y vale la pena si se lo hace desde una fuerte perspectiva política, sino el resultado está condenado desde el vamos a ser una empanada chirle recalentada en el microondas.
Requiem para la non-fiction, el libro es una verdadera porquería (encima con una tapa que de tan «util» espanta), sin el menor atractivo de lectura y donde, para colmo, al hacer la suma final el que gana no es el estilo sino Sarkozy.
Incluso, con efecto retroactivo, esta tipo de libros invita a pensar si el mundo (intelectual) en realidad ha vivido equivocado y los volúmenes de reportajes, tan celebrados y difundidos por los yanquis y su onda expansiva, y que cada tanto se ensalzan en realidad (sobre todo cuando merodean a los políticos) no hacen sino desparramar en torno a cada figura dos o tres lugares comunes y esperables, propios de toda “humanidad”, con mayor o menor ingenio, según el caso, pero poco más. Las sospechas sobre encubrimientos ideológicos y manipulaciones políticas las dejamos para vuestras mentes paranoicas…

Es dable suponer que el venerado Capote en realidad tenía la coartada de la memoria perfecta para no llevar grabador a la entrevista y después… inventarlo todo: le quedaba tan lindo que el reporteado no podía luego sino dar veracidad a los dichos que se le imputaban, y, de paso, los lectores zafaban del bodrio.

abril 10, 2008 at 7:16 pm Deja un comentario