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La utopía socialista según Michel Foucault

En la página de apertura de la Wikipedia en español de hace un par de días se destacó la siguiente cita: «En realidad, hay dos especies de utopías: las utopías proletarias socialistas que gozan de la propiedad de no realizarse nunca, y las utopías capitalistas que, desgraciadamente, tienden a realizarse con mucha frecuencia», que pertenece al célebre pensador francés Michel Foucault.
La frase en cuestión posibilita hacer algunas observaciones en relación a aquello que constituye ya un sólido sentido común (materia que, valga la paradoja, Foucault ha intentado atacar a lo largo de todas sus intervenciones y escritos). Básicamente porque, en cuanto a la utopía, capitalistas y socialistas se mezclan y confunden y funden, algo que no debería ser así.
El término utopía en relación a los capitalistas hace ya tiempo que carece de sentido. Los capitalistas nutren su fuerza del extremo realismo de la imposición de la actualidad, de lo presente, y la evidencia de que se trata de «lo mejor posible» que los hombres podemos obtener en vida. Mentar la «perefeccionalidad del sistema» es simplemente un agregado de cortesía, una firma.
En segundo lugar, la asociación del término utopía con el socialismo es un encadenamiento propugnado por los periodistas ramplones y los políticos que, fingiendo o no progresismo, más bien se limitan a charlar sobre un cierto tipo de «socialismo» a partir de algunas ideas morales generales sobre el bien, la “democracia real”, el progreso, etcétera. Atar el socialismo a la idea de utopía, en consecuencia, es volverlo aguachento, ahuecarlo, matarlo. ¿Y a quién puede interesarle un socialismo de tal ralea?
El socialismo es y debe ser otra manera del realismo, ése que describe la cotidiana lucha por el poder. Que las fuerzas que en el mundo se encolumnan detrás de esta concepción histórica del socialismo sean minoritarias en la actualidad no cambia la verdad (y la realidad) de la afirmación ni empequeñece la necesidad de su tarea revolucionaria hoy, ya.

julio 4, 2008 at 10:31 am 3 comentarios

Y ahora, ¿quién podrá defendernos? ¡El Congreso argentino!

Los muy pobres comentaristas y periodistas especializados de la prensa comercial argentina han redescubierto en estas últimas semanas las virtudes del Congreso nacional. Increíble, ¿no?

Sucede que a medida que fue en crecimiento y sin salida a la vista el enfrentamiento entre la Sociedad Rural y su troupe y el gobierno de Cristina Kirchner, y como todos ellos, gente de buen corazón, lo que más desean es que las cosas se “arreglen” y los argentinos vivamos en paz, y como también siempre viven temerosos de que los movimientos políticos y sociales puedan desbordar las formas (las bien formales) que brindan las instituciones, pues no les quedó otra que terminar alimentando a todo vapor la creencia de que el parlamento de la patria ofrecía una «salida». Como hacia allí enfiló el oficialismo y allí también habían insistido los “sectores del campo” y la oposición, pues iba de suyo que se trataba de un “punto de encuentro” que había que alimentar y dejar que germinara como el poroto.

Así comenzó a tronar nuevamente la monserga de que el argentino es un sistema político por demás presidencialista y que el contrapunto que ofrecerían diputados y senadores variados serviría para fortalecer los desempeños democráticos y el arribo del deseado consenso.

La moraleja dicta que, una vez más, pretenden tomar al conjunto de la población por idiota. Tal vez piensen que nadie recuerda que a lo largo del medio siglo que lleva la última etapa de la democracia en la Argentina el Congreso ha estado siempre asociado a los peores dislates y las penurias que los argentinos hemos sufrido, en ningún caso se trató únicamente de un “cortarse solo” del Ejecutivo recurriendo a “decretos de necesidad y urgencia”, por otra parte perfectamente constitucionales.

El Parlamente criollo votó las leyes de la impunidad y la “obediencia debida” de Raúl Alfonsín, votó todos los presupuestos que durante los gobiernos de Carlos Menem y hasta hoy se han presentado con lo cual avaló la destrucción de la educación, la previsión social y la salud, dio el visto bueno al conjunto de las privatizaciones y a los “superpoderes” de gobierno que un día después se convertían en un castigo para el conjunto de la población…

Una vez más estamos frente a la extorsión que supone la idea de que frente al peligro de debilitamiento el Estado de derecho nada mejor que una buena inyección de parlamentarismo para cimentar la “legitimidad institucional”. Pero es por demás claro que el gobierno y quienes lo enfrentan en relación al punto de las retenciones móviles sólo les interesa ese ámbito para negociar e imponer intereses que en ningún caso son los del pueblo.

Si a los diputados y los senadores argentinos les interesara de verdad la suerte, hoy, ahora, de los trabajadores y los sectores populares lo que deberían es estar discutiendo y legislando en primer lugar en relación a sueldos mínimos iguales a la canasta familiar y jubilaciones que se constituyan a partir de un 82 por ciento móvil.

¿Qué otro asunto de importancia puede haber en un país en el cual los alimentos, los alquileres y los medicamentos aumentan diariamente y sin ningún control? Frente a tal evidencia, que se intente forzar la imposición de otras “prioridades” devela, más que un sinsentido, las proporciones de la manipulación ideológica y política.

julio 4, 2008 at 10:18 am Deja un comentario

Los decanos de facultades de periodismo de los Estados Unidos advierten sobre las consecuencias de la consolidación monopólica de los medios

En momentos en que en la Argentina, con el combustible imprevisto de la pelea entre el gobierno de la patria y, en primer lugar, el multimedios Clarín, se están debatiendo los términos de una nueva y apurada Ley de Radiodifusión que reemplace a la sancionada alguna vez por la dictadura militar videliana y superemparchada por los gobiernos democráticos de diverso tinte que la siguieron, parece atinado alimentar el moderado optimismo de algunos «actores» y el olfato que sospecha lo peor de muchos otros poniéndole un poco de atención a lo que ocurre en la materia en otros países del planeta.

Por ejemplo, hace unas semanas los decanos de algunas de las facultades de periodismo más importantes de Estados Unidos comenzaron a alentar a los periodistas para que se manifiesten en contra de la sentencia de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC, por sus siglas en inglés) que permite la posesión cruzada (vaya aufemismo, ¿monopolio?) de periódicos y estaciones de radio.

En un artículo de opinión publicado por el prestigioso New York Times, los expertos que están a cargo de comandar la enseñanza especializada de la comunicación social de aquel país y, es de suponer, algo saben sobre el tema, estamparon sin temor que consideran que el futuro de la profesión de periodista y su «misión pública» (cada uno puede colocarle el número de comillas que tenga ganas) están en riesgo.

Dice el artículo en uno de sus párrafos más destacados: “No creemos que se pueda confiar completamente en que el mercado provea el conjunto de noticias locales que el sistema estadounidense necesita que funcione de la mejor manera”.

Los decanos advirtieron que la desregulación tuvo como consecuencia recortes en periódicos a lo largo de todo el país, es decir que el aumento de la cartelización vino acompañado por la caída de puestos de trabajo y el empeoramiento general de las condiciones laborales del sector. Afirma el escrito: “Hoy en día, las estaciones de radio y televisión tienen staffs menos numerosos de lo que tenían en la época anterior a la desregulación. Esto representa una pérdida real para la democracia estadounidense”.

***(Por si no se lee bien, el texto del chiste que abre dice: «Hemos detectado que su nivel de consumo es bajísimo. por eso queremos regalarle este televisor portátil».)***

junio 6, 2008 at 12:15 pm Deja un comentario