La iglesia de Honduras con los ricos y los militares (como toda iglesia latinoamericana a lo largo de la historia)

Las conferencias episcopales de casi todos los países latinoamericanos se han pronunciado a favor y en solidaridad con las declaraciones golpistas del cardenal hondureño Oscar Rodríguez Maradiaga y su tropa de negro.

Los últimos días de junio y casi como un prólogo al golpe militar monseñor Darwin Andino, obispo de Tegucigalpa, pontificaba: «Lo que se ha dado en Venezuela se está dando en Honduras, se dio en Bolivia y en Ecuador. Yo aquí en todo miro la mano del presidente venezolano Hugo Chávez y el país no se puede entregar al chavismo ni a nadie, pues queremos seguir siendo libres e independientes». Una declaración de guerra, un llamado a la destitución de Zelaya.

Como desde los Estados Unidos y del conjunto del establishment político se hizo hincapié en el “espíritu legalista” y la acción “acorde a la ley” llevada adelante por los golpistas, tratando de guardar las apariencias, Andino sostuvo  en consonancia que Zelaya «ya no se desempeñaba como presidente de la República»; agregó que «las instituciones del Estado democrático hondureño están en vigencia» y «sus ejecutorias en materia jurídico legal han sido apegadas a derecho…». Verdaderamente increíble.

Se trata, claro, de la misma iglesia que en su momento bendijo a Augusto Pinochet y Jorge Rafael Videla, y ayer nomás acompañó el levantamiento de la derecha en Santa Cruz de la Sierra contra el gobierno de Evo Morales, para mencionar algunos ejemplos de su performance reaccionaria ejecutada desde que América es América.

En la medida en que la manifestación  popular se mantiene las amenazas clericales se han ido torciendo hacia la forma de una suerte de consejo desmovilizador. Así Rodríguez Madariaga instó públicamente a Zelaya para que “reconsiderara” su regreso porque «podría desatar un baño de sangre. (…) por favor medite, porque después sería demasiado tarde». “Hasta el día de hoy no ha muerto un solo hondureño”, agregaba mintiendo descaradamente , obviando los mil episodios de la represión estatal que se suceden cada día y con la única intención de impulsar el miedo para que los trabajadores no continúen con sus huelgas y las masas en la calle.

El caso Grassi y la naturaleza de la iglesia argentina

Lo que más repugna en el juicio por numerosos casos de abuso sexual que se le está siguiendo al padre Julio César Grassi es el respaldo, más o menos directo, que la iglesia católica argentina le ha seguido dando en estos “difíciles momentos”, hecho que se verifica bien palmariamente en que no le hayan retirado el estado pastoral.

Pero el colmo de la perversión es que el obispo de Morón, Luis Eilchom, haya autorizado a Grassi, según reveló el diario Crítica, a dar misa en William Morris, el barrio donde viven algunas de sus víctimas y varios testigos que han dado cuenta de sus delitos.

¡Increíble! ¡Los curas y las privadas ya conspiraban contra la escuela pública hace 175 años!

“En 1830, el preceptor Joaquín Lapuente enumeraba problemas e inconvenientes en la escuela en que enseñaba. El preceptor convenció al juez y a numerosos vecinos de llevar adelante una suscripción, según la cual se podrían juntar entre seiscientos y setecientos pesos, suficientes para componer la escuela antes de la llegada del invierno. ‘Se lo hice presente al indicado juez y se determinó áello, cito, ajunta; y qe. sucedió qe. Habiendo dispuesto el juez esta determinación nuestro buen Cura Robles se opuso firmemente’, proponiendo que se le pase el parte al inspector, y que, en caso de ser necesario, se cerrara la escuela en invierno. ¿Cuáles eran los motivos de la oposición? Según la perspectiva de Lapuente, ‘mientras Robles esté de cura y miembro de la Junta y Laureano Ayala tenga escuela-particular nada se consigue a favor de la del Estado’. Es que Ayala, además de ser el sacristán de la iglesia, era su ahijado.”

(Así lo cuenta José Bustamante V. en su artículo “La escuela rural. De Catón al arado”.)