César Aira, La vida nueva

A esta altura César Aira debe ser el escritor argentino más parecido a Stephen King si se tienen en cuenta la cantidad de libros publicados por ambos. Las diferencias aparecen de inmediato, claro, cuando se anota que Aira ha publicado en grandes editoriales, pero sobre todo en otras más pequeñas y afectas a los públicos de origen universitario o constituidos por jóvenes que han sabido alimentarse de las zonas más “nobles” de la industria cultural (es decir que consumen historietas, rock y cine, pero no cualquier tipo de historietas, rock y cine, etcétera).

Aquí vamos a comentar brevemente La vida nueva (Buenos Aires, Mansalva, 2007, 77 páginas). Se trata de un texto corto, que con sus pocas decenas de páginas volvería una exageración ser designado como “novela”, pero también lo sería por las particularidades de contenido que el relato contiene. Escrito en primera persona, más que un texto de ficción semeja ser una suerte de ejercicio autobiográfico, una memoria del escritor que de golpe comienza a recordar sus múltiples aventuras editoriales. ¿Formará parte también de esa especie tan renombrada últimamente que es la posliteratura? Quién sabe.

Lo cierto es que La vida nueva ofrece una suerte de “antropología editorial” cruzada con la especulación propia de la psicología de la conducta acerca de los efectos que los vaivenes de la producción gráfica producen sobre los escritores, quienes al comienzo publican porque están convencidos de que son geniales y más tarde lo hacen para comer o vaya uno a saber por qué.

Que el texto sea tan breve, que no esté justificado, es decir que su margen derecho se deshilache de continuo, acentúa la impresión de la rapidez y la espontaneidad; puede o no tratarse de una imposición editorial -en este caso de quienes dirigen Mansalva-, pero lo cierto es que tales rasgos de su presentación acentúal esa impresión de que el “estilo Aira” se agita únicamente bajo el cumplimiento de la consigna que reza escribir, escribir y escribir, editar, editar y editar, y que los lectores y la posteridad -si es que algo así existe- después juzguen.

En este caso la flexión presuntamente autobiográfica pasa en cierto instante de la asombrada introspección a fragmentos cuasiensayísticos de un tinte entre melancólico y cínico, propio de quien ha publicado muchos libros, y que tiñen los mejores momentos de la lectura.

Pero si este libro condena casi a que todo ejercicio crítico-valorativo se vuelva inútil e innecesario, es, sobre todo, porque se trata de un homenaje a Horacio Achával. Este formidable y admirado editor, traductor y lector sabio y generoso que se desempeñó al frente de la dirección de diversas colecciones para EUDEBA en los años sesenta y para el Centro Editor de América latina unos años más tarde, y que además supo tentar la aventura editorial propia que seleccionó y dio cabida a la primera novela de César Aira con destino de publicación, Moreira, y que por esos sacudones de la dictadura y la economía debió permanecer unos cuantos años en el limbo.

Vale la pena, entonces, leer este librito de César Aira simplemente para compartir la sensación de que Horacio Achával, allá, desde los cielos de la risa patafísica, se sigue burlando de la literatura y de nosotros los lectores entre pilas de libros raros que sólo él puede verdaderamente disfrutar y comprender.