Los libros que no podemos elegir

No lo puede creer. Chupa el agua por la bombilla como si quisiera ahogarse y terminar con todo ya mismo porque no lo puede creer. Su hijo le pidió que le consiguiera el libro; él, como trata de ser un buen padre y como también anda medio corto de fondos, se recorrió todos los puestos del Parque Centenario y después los de la Plaza Rivadavia hasta que dio con él. En sus ojos brillaba allí, sobre una mesada, como un lingote de oro.

Contento, satisfecho, llegó a su casa con el manual de Geografía bajo el brazo y se sentó en la mesa de la cocina a tomar mate hasta que el pibe vuelva de la escuela así lo sorprende con la buena nueva. Justo entonces se le ocurrió hojear el Kapelusz recién comprado y que fue publicado tan solo un año atrás.

Se encontró de sopetón con que hay un apartado dedicado al tren bala. Habla de la iniciativa de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, reproduce el recorte periodístico sobre el tema –que viene a ser una suerte de “prueba documental” de su verdad–, menciona una red ferroviaria criolla en perpetua expansión y modernización, en fin.

Y para colmo tiene una serie de ejercicios para sedimentar el conocimiento, mi dios. Por ejemplo, se debe responder a la pregunta qué es un “tren bala”. Pero lo que lo noqueó es la consigna que pide unir en el mapa de la patria con una línea de color los puntos que señalan las ciudades que unirá el transporte del futuro.

Así que se decidió a esconder el tomo recién adquirido entre los paquetes de papel higiénico de la alacena. Antes de dárselo, piensa, más vale que charlen un rato acerca de para qué sirve la escuela y quiénes y para qué escriben los libros que tantos veces no podemos elegir.