¿Cuántos mierdas de argentinos somos?

¡El haber superado los cuarenta millones estalló en nuestros oídos como la campana que anuncia los grandes acontecimientos por venir! Sonaba a haber superado la marca de los olímpicos, rozado la cifra mágica que finalmente nos pone, a nosotros, los argentinos, de igual a igual con los países mayores de edad (y de población).

Pero resulta que nos venimos a enterar de golpe, a partir del despido vergonzoso de Facundo Lahítte del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) y las quejas de los técnicos que han conseguido difusión, que los números son truchos. Estuvieron mal planeados, mal tomados y peor procesados, una estafa a las matemáticas y el buen gusto con el único objetivo de inyectar la droga de la felicidad con la esperanza de que los zombies criollos sigan siendo felices zombies.

Porque una cosa es el índice de inflación, uno no se va a andar peleando con Guillermo Moreno y su barra brava por un dígito más o menos; o las mediciones del desempleo y los hambrientos, al fin y al cabo pobres siempre hubo dice el dicho. Por otra parte, ¿a quién carajo le importa cuánto cayeron las ventas de Clarín o ráting ganó el canal de televisión del Estado fútbol mediante?

Pero ¿la cantidad de habitantes también? Los autoproclamados defensores de lo nacional quizás no advirtieron que hunden cualquier idea de nación si ni siquiera podemos saber qué cantidad de mierdas somos los que habitamos este bendito país.

¿Qué necesidad había de condenar a los hijos de Martín Fierro a que ni siquiera sepan cuántos son?